Posiblemente, estos observadores del futuro tendrán impresiones similares a las que tenemos nosotros cuando miramos desde la distancia el cúmulo de errores y despropósitos que condujeron a los conflictos y problemas de los años treinta del siglo pasado y al consiguiente desastre de la Segunda Guerra Mundial.

Ahora se están cometiendo errores y abusos insolidarios similares a los de entonces, en contra de lo que piensa y siente la gran mayoría de la población. Población que, precisamente, está sufriendo sobre sus espaldas los errores y disparates que cometen los actuales gobernantes.

Y, aun siendo muy grave todo esto, hay casos que bordean lo esperpéntico, y que, sin duda, dejarán boquiabiertos a los analistas del futuro. Por ejemplo, ¿qué pensarán los estudiosos que consulten las actas de las sesiones del Congreso de los Diputados del día 10 de julio de este año y se encuentren con que el anuncio por parte del Presidente Rajoy de restricciones antisociales gravísimas eran acogidas por los diputados del PP con grandes ovaciones y vítores. ¿Eran realmente conscientes tales diputados de qué era lo que aplaudían y por qué aplaudían? Terrible.

Caricaturizando un poco la situación, yo me imagino a un joven y aplicado estudioso de dentro de varios años, leyendo atentamente unas actas parlamentarias, registradas al modo habitual, con párrafos del siguiente tenor: “Señor Presidente del Gobierno: … a los ancianos enfermos dejaremos de pagarles las medicinas (aplausos), a los parados les bajaremos las prestaciones de desempleo para que se animen más a buscar trabajo (grandes aplausos)… A mí no me gusta todo esto, pero la paga de Navidad queda suprimida (grandes aplausos)… y las personas dependientes y sus cuidadores que se apañen como puedan (aplausos entusiastas)…, y llevaremos a cabo recortes y más recortes (grandes aplausos)… y los ricos que no se preocupen porque podrán seguir defraudando a Hacienda, y que estén tranquilos porque el impuesto de Patrimonio no se restaurará bajo ningún concepto, que para eso están los curritos a los que les voy a subir más los impuestos al consumo (grandes aplausos y vítores entusiastas)…”

Como quiera que los estudiosos del futuro ya no tendrán que usar gafas, no habrá peligro de que a más de uno se le salten los anteojos a causa del estupor que todo esto causará. Pero lo que resultará inevitable es que cunda la impresión de que tan entusiastas y vitoreadores señorías no estaban muy bien de la azotea. O eran unos redomados desvergonzados, totalmente insensibles al dolor humano y a los problemas causados por tan insólito proceder.

Por cierto, de momento, ¿alguien me podría aclarar por qué aplaudían los diputados del PP el día 10 de julio, en el que un Presidente casi recién elegido anunciaba que pensaba hacer todo lo contrario a lo que había prometido solemnemente sólo unos pocos meses antes? Al tiempo que afirmaba que a él no le gustaba nada hacer todo lo que estaba haciendo, casi casi igual que el pobre verdugo de la famosa película de Berlanga… El problema quizás sea ese: que la actual política oficial de España cada vez parece algo más “propio de una película de Berlanga”, “o de Buñuel”, como solía decirse en voz baja y cautelosa en los aciagos días del régimen anterior.