Los argumentos esgrimidos por el PP para respaldar esta iniciativa son de doble naturaleza. Los españoles, según este partido, deben acceder a los productos culturales de manera libre y gratuita, especialmente durante las fiestas populares. Y este principio general se convierte en imperativo mientras los ciudadanos españoles sufren las consecuencias de la crisis económica.

Ahora bien, tales argumentos resultan difícilmente sostenibles si no se extienden, por pura coherencia, a otros productos y servicios más allá de la cultura. Es evidente que la gratuidad de las creaciones culturales abarataría el presupuesto destinado a las fiestas populares. Pero, ¿por qué quedarnos ahí? ¿Por qué no se propone también la gratuidad de la bebida y de la comida en las fiestas populares? ¿Y por qué pagar la factura de la compañía eléctrica? Seguro que las familias agradecerían además que no se pagara en las atracciones de las verbenas populares, y que los tiovivos y los coches de choque fueran de acceso gratuito. ¿Por qué solo ha de ser gratis la cultura en las fiestas populares?

La línea argumental del PP, no obstante, puede llevar a otras conclusiones interesantes. Si en épocas de crisis económica cabe reclamar a los creadores y productores culturales que trabajen gratis, ¿por qué no hacerlo también con otros profesionales? Las arcas públicas experimentarían un gran alivio si médicos y maestros, por ejemplo, renunciaran a sus salarios. Si la cultura es un derecho ciudadano, ¿acaso lo es menos la salud y la educación? Puede que el PP pida también a los banqueros que no cobren por su trabajo, ¿o no?

Y ya puestos, ¿no deberíamos los políticos predicar con el ejemplo? La moción comentada lleva la firma del senador Chiquillo, del PP. ¿No debería el senador Chiquillo ser consecuente con su propuesta y renunciar a su sueldo? Si la cultura ha de ser gratuita en tiempo de crisis, ¿por qué hay que pagar por la política? ¿Por qué pedir que los autores culturales arrimen el hombro trabajando a cambio de nada, mientras los senadores y los diputados cobramos buenos salarios?

Claro que alguien podría argüir que los médicos, los maestros, los políticos y hasta los banqueros han de vivir de su trabajo. Que se trata de seres humanos, y como tales tienen la vieja costumbre de alimentarse, de cobijarse, de cuidar de sus familias, y que para todo esto necesitan que se retribuya el fruto de su esfuerzo. Pero, ¿por qué se niega esta necesidad y este derecho a los creadores culturales? ¿Hemos de considerar que los creadores no necesitan que se pague por su trabajo, que se alimentan de las musas, o que son todos unos millonarios insaciables? ¿Se niega el pago de su trabajo a los millonarios del sector financiero, o a los periodistas millonarios, o a los políticos con millones?

Llegados a este punto, con la demagogia al descubierto, los proponentes de “solo la cultura gratis” sacan a pasear a la SGAE. Porque, según ellos, el cobro de los derechos de autor o del canon por copia privada no revierte en los auténticos creadores culturales, sino que se pierde en ese agujero negro de siglas ininteligibles para la mayoría. Dicen que SGAE tiene mala fama. ¿Por qué? ¿Porque defiende con eficacia a sus asociados? ¿Porque exige que se paguen las facturas pendientes a quienes vuelcan su genio y su esfuerzo en crear una canción o una película y aspiran a vivir de su trabajo? ¿Es que Vodafone perdona una factura? ¿Es que el Banco de Santander perdona una cuota de la hipoteca? ¿Es que Iberdrola regala la luz o Repsol la gasolina? ¿Es que el senador Chiquillo perdona alguna nómina al Senado? ¿Alguien les acusa por ello?

¿Por qué ha de reprocharse a la SGAE que haga aquello para lo que se creó? Nadie probó nunca que esta entidad cobra lo que no debe cobrar, o que no reparte lo que cobra entre quienes debe. Hay buenas famas indebidas que se fraguan a golpe de interés. Algo parecido sucede con algunas malas famas. Bien lo sabe el senador Chiquillo, portavoz de su partido en el campo de las nuevas tecnologías.

La defensa de los derechos de autor no es solo la defensa de una causa de justicia. Quienes crean y producen una obra cultural han de regir su destino y merecen obtener una recompensa por su rendimiento en el mercado. Solo así podrán los artistas dedicarse profesionalmente a crear. Solo así podrán los emprendedores de la cultura seguir produciendo cine, música, libros, videojuegos… Solo así ganará el conjunto de la sociedad en desarrollo cultural, en calidad democrática y en derechos de ciudadanía.

Pero es que la cultura también es industria. Cerca del 5% del PIB y centenares de miles de puestos de trabajo. Al proteger los derechos de autor y la propiedad intelectual, al cuidar que las inversiones culturales obtengan un retorno adecuado y seguro, al combatir la piratería cultural, respaldamos también un ámbito de nuestra economía que atesora un potencial enorme para generar riqueza y buenos empleos. Y, por el contrario, con mociones como la que presenta el PP en el Senado, se pone en serio riesgo una de las mejores bazas con que cuenta la sociedad española para encontrar algo de luz al final del túnel de la crisis.