La sorpresa del resultado de las elecciones del Reino Unido –en “aparente” contraste con las previsiones demoscópicas─ ha dado lugar a un debate en los medios de comunicación social sobre el escaso valor predictivo de las encuestas pre-electorales.

Se trata de un debate un tanto peculiar, en el que algunos se han desplazado de un extremo a otro sin apenas solución de continuidad, soslayando los datos básicos de la cuestión. Y lo han hecho antes y después de conocerse los resultados de las urnas, en una secuencia que –entre otras cosas─ demuestra el escaso nivel analítico de bastantes medios de comunicación social.

El fallo de las encuestas pre-electorales no es algo nuevo. Y, desde luego, los riesgos de que los fallos sean cada vez mayores es algo evidente, que algunos llevamos tiempo criticando, denunciando y explicando sus causas.

En el caso del Reino Unido se ha dado un problema previo de contexto, que ha sido tomar –y reproducir─ acríticamente determinadas informaciones demoscópicas que no guardaban relación con las conclusiones a las que se llegaba y con los titulares que se resaltaban. Es decir, lo que realmente “decían” las encuestas pre-electorales del Reino Unido era que las tendencias de voto estaban bastante equilibradas, en porcentaje de apoyos posibles a los dos grandes partidos tradicionales –obviando el efecto fragmentación debido a la emergencia de las nuevas fuerzas políticas─. Por ello, se esperaba que la mayoría relativa de los conservadores no fuera suficiente para gobernar.

Cuando se “atendía” un poco más a las noticias, se podía constatar que las eventuales ventajas de los laboristas y los nacionalistas escoceses eran muy estrechas. Es decir, se encontraban dentro de los márgenes teóricos de error estadístico en este tipo de encuestas, que suelen oscilar entre ±2% y ±3% para una seguridad del 95,5%. Es decir, entre 4 y 6 puntos porcentuales en distribuciones 50/50%. A lo cual hay que añadir las desviaciones de selección de las encuestas telefónicas, que no son precisamente pequeñas ni fáciles de estimar.

Por lo tanto, era un auténtico disparate proclamar una victoria anticipada a partir de este tipo de informaciones sociológicas. Lo que hace que el primer fallo –y principal─ sea la escasa formación sociológica (que no es tan complicada) de los que preparan y difunden estas informaciones, que no atienden a las advertencias de los verdaderos expertos en materias sociológicas y estadísticas, y que la mayor parte de las veces se dejan llevar por difusiones sesgadas de las informaciones demoscópicas. Informaciones que suelen perseguir intereses estratégicos muy concretos (suscitar reacciones de rechazo, movilizar el voto del miedo, tranquilizar y desmovilizar a los adversarios, etc.).

Es decir, un primer problema sobre la fiabilidad de las encuestas pre-electorales estriba en la forma en la que se suelen difundir los datos, con un alto grado de simplificación, reduccionismo, falta de sentido crítico (y de información), e incluso con propósitos de abierta manipulación política.

¿Cuál es la solución a este problema? Sencillamente una mayor formación e información de los que producen, maquetan y difunden tales noticias. Algo por lo demás bastante sencillo. Y también, claro está, se precisaría una mayor exigencia informativa sobre las características técnicas de las noticias que se difunden. O, si queremos expresarlo en otros términos: un mayor esfuerzo en la “confirmación” de las noticias. Incluso, recurriendo a peritajes regulares de los colegios profesionales pertinentes.

Un segundo problema en el caso del Reino Unido ha sido la falta de análisis de los nuevos contextos pre-electorales. Algo que en esta ocasión era de la máxima importancia, ya que el cambio en el clima de opinión experimentado en Escocia hacía que –al perder su feudo principal─ resultara mucho más difícil una victoria laborista, como se ha visto de manera palmaria en las urnas.

El hecho de que los laboristas se quedaran –como se pronosticaba de antemano por todos─ sin la inmensa mayoría de los 59 escaños de Escocia (solo han mantenido uno), como consecuencia de su rotunda posición –decisiva─ en el referéndum independentista, implicaba una grave merma sustancial a lo que solía suceder hasta ahora (obtener más de 40 escaños escoceses), que era muy difícil compensar con fuertes subidas electorales en otros distritos.

Por lo tanto, los que aireaban previamente una victoria posible de los laboristas desconocían un dato nuevo y sustantivo que estaba siendo perfectamente resaltado por los analistas del Reino Unido y que había sido advertido, desde hace tiempo, en muchas publicaciones, entre otras en la propia revista TEMAS para el debate.

¿Dónde ha estado la sorpresa, pues? ¿Por qué no se ha atendido a estos factores esenciales de contexto en las informaciones y los análisis previos? ¿Por qué se intenta descargar ahora toda la culpa de los fallos predictivos en las Encuestas?

Pero no se han dado fallos solo en los pronósticos previos, sino que también se están dando carencias en las informaciones y los análisis posteriores, en los que también se pueden constatar exageraciones y simplificaciones. Por ejemplo, se está ocultando que la victoria laborista ha sido contundente en escaños, pero no tanto en votos. ¿Por qué no se informa adecuadamente también sobre el porcentaje de votos obtenidos por cada partido político y sus tendencias?

El problema, en este caso, es que un sistema electoral mayoritario, como el del Reino Unido, puede permitir que un partido político que apenas supera el 36% de los votos se haga con una mayoría absoluta en la Cámara de los Comunes, totalmente al margen de lo que puedan pensar y querer casi dos tercios de los electores.

Lo cual es un problema grave que no se puede soslayar en países que evolucionan hacia una creciente diversificación sociológica, política y cultural.

En casos como este, el hecho de que los rendimientos electorales sean muy superiores en territorios en los que operan partidos focalizados hacia lo regional, como es el caso de Escocia, y también Irlanda del Norte, está lanzando un mensaje muy potente en la dirección de imitar en mayor grado este ejemplo, al tiempo que las circunstancias de que partidos que tienen más del 12% de los votos (como UKIP) queden prácticamente fuera del Parlamento (solo un escaño) apunta hacia un problema de disfuncionalidad en la lógica de la representación parlamentaria que no se puede desconocer.

En cualquier caso, nada de esto exime de reconocer los muchos fallos que se están dando en la realización de las encuestas pre-electorales, en las que se está produciendo una relajación notable de las exigencias técnicas y estadísticas, poderosamente condicionadas por factores económicos. El recurso a encuestas realizadas con muestras muy reducidas y con métodos muestrales poco exigentes ha permitido el surgimiento de unos subproductos –casi “encuestas basura”─ de bajo costo y fácil realización, que están traduciéndose, en ocasiones, en pronósticos muy poco sólidos y casi tan indigestos –políticamente─ como la “comida basura”. Pronósticos que además suelen “aderezarse” y someterse a intensos procesos de “cocina”, orientados por una clara intencionalidad política y estratégica.

Si a todo esto unimos que casi nadie tiene en cuenta las exigencias de “publicar” –junto a las encuestas─ una ficha técnica completa que indique las preguntas específicas que se hacen, los métodos muestrales, los márgenes verídicos de error muestral y las informaciones concretas sobre los datos primarios obtenidos, no es difícil llegar a la conclusión de que están dadas todas las condiciones para que las Encuestas pre-electorales dejen de ser un elemento útil de análisis e información política y se estén convirtiendo en instrumentos básicamente estratégicos en la competencia electoral.

En esos momentos, en España, resultan muy evidentes las intencionalidades estratégicas de cada cual en el uso de las Encuestas pre-electorales. Así, desde el PP y sus círculos de apoyo se intenta dar la impresión de que el PP puede ganar las próximas elecciones y, por lo tanto, que resulta útil, en términos de rendimiento político, apoyar a este partido, frente a los riesgos de irrupción de una izquierda dividida y peligrosa. Con este propósito se tienden a subvalorar las posibilidades de Ciudadanos como posible destinatario de un voto alternativo al PP, al tiempo que se aminoran las potencialidades del PSOE y se sobrevaloran las de Podemos, con propósitos divisorios, como partido de izquierdas que infunde más miedo y que puede recoger –sin mayores efectos prácticos para la izquierda─ una parte del antiguo voto más indignado y radicalizado del PSOE, al que se tiende a presentar como segundo partido de la izquierda (por detrás de Podemos).

A su vez, desde Podemos se intenta sacar provecho de tal estrategia de comunicación y de los apoyos mediáticos asociados, procurando operar a través de plataformas amplias que puedan sumar más votos en las municipales, contribuyendo a proyectar una imagen más potente y verosímil de partido alternativo con posibilidades de gobernar, movilizando al mismo tiempo un criterio de “voto útil” que intenta eliminar de escena a IU.

De igual manera, desde los sectores que apoyan a Ciudadanos se amplifican las potencialidades de este partido, más allá de lo que realmente indican las encuestas actuales, al tiempo que se intenta ningunear las posibilidades de UPyD.

Finalmente, están los que prácticamente se inventan los resultados de supuestas encuestas y los que utilizan métodos cibernéticos tan “originales” que apenas guardan relación con lo que hasta hace poco se entendía que era una “Encuesta sociológica”.

El problema es que de todo este galimatías de propósitos y prácticas poco rigurosas se hacen eco la mayor parte de los medios de comunicación social. Incluso los que suelen ser tenidos por más serios y profesionales.

¿Cómo se quiere, pues, que con estos condicionantes las encuestas pre-electorales no fallen en sus pronósticos? Lo raro es que no fallen más. O, al menos, que no se proyecte en mayor grado esa impresión.

A quienes tengan interés en profundizar en estas cuestiones, les recomiendo que lean la sección de Temas candentes en el próximo número de junio de la revista TEMAS.