Aparte del mal diseño y desarrollo de sus campañas -¡incluso en la cartelería y los eslóganes!- y de su más o menos afortunada elección de los candidatos (con pocas excepciones), hay un problema de fondo que aparece recurrentemente. Se trata de una cuestión que, posiblemente, hunde sus raíces más profundas –al menos psicológicamente- en el propio origen de los comunistas, a partir de su dinámica de separación de la Internacional Socialista y sus respectivos partidos nacionales, con fracturas, tensiones y necesidades de autoafirmación que a veces se extendían al propio seno de las familias. Lo cual en España se produjo –y reprodujo- de manera bastante acusada.

Ya en 1977 el PCE, liderado entonces por Santiago Carrillo, planteó una campaña electoral, no solamente con cartelería muy antigua y desfasada, sino con unos enfoques estratégicos que sobredimensionaban su afirmación propia respecto al socialismo español, haciendo del PSOE prácticamente su “enemigo principal”, al tiempo que pretendían convencer a los electores de su carácter moderado y eurocomunista. Obviamente, el resultado fue contradictorio y produjo un auténtico desastre.

En aquellos años escribí un artículo en El Socialista, resaltando hasta qué punto Santiago Carrillo podía estar aún influido por viejas disputas políticas, e incluso familiares, que le llevaban a caer en una especie de síndrome de identidad fallida similar a la del “patito feo”, del célebre cuento infantil.

Hoy en día, parece que nuevamente IU se deja llevar por la tentación de hacer del PSOE su “enemigo principal” en la campaña, con un enfoque que recuerda el discurso de Julio Anguita de “las dos orillas”, pero ahora convertido en “la orilla única”.

¿Es creíble este enfoque? ¿Puede producir réditos electorales? ¿Logrará Izquierda Unida mantenerse en las urnas al nivel de algunas encuestas electorales que han llegado a augurar incluso un 14% o 15% de los votos?

El problema, una vez más, es que IU no logra fijar una imagen creíble de formación con posibilidades y capacidades reales de gobierno, por lo que muchas personas progresistas acaban convencidas de que votar ahora a IU es desperdiciar las posibilidades de que una formación de izquierdas pueda salir por delante del PP, con todo lo que ello puede implicar en España y en Europa en estos momentos. Desde luego, causa auténtico pavor pensar lo que supondría que el PP se situara por delante en los comicios europeos. ¿Cómo se crecerían y ensoberbecerían los actuales líderes del PP con un triunfo en las urnas? ¿Hasta dónde se sentirían habilitados y reforzados para continuar con sus políticas regresivas y de recortes sociales?

En las condiciones actuales es evidente que el PSOE es el único partido capaz de ganar al PP y de tener capacidad de contrapeso frente a la derecha en España y Europa. Por eso, los estrategas de IU más que poner el énfasis en un enfoque general centrado en los intereses y necesidades de la izquierda y de los sectores progresistas de la sociedad, se encela, una vez más, en un sesgo partidario estrecho y corto de miras. Además de no resolver bien los problemas de integración de diferentes sensibilidades en sus candidaturas y de no acertar en seleccionar candidatos idóneos para proyectar un perfil de capacidad de gobierno, orientan sus esfuerzos principales a arremeter contra el PSOE, intentando convencer al electorado de que el PP y el PSOE son exactamente lo mismo. ¿Realmente cree alguno de los actuales estrategas de IU que son lo mismo? ¿De verdad? ¿Cómo se pueden decir en serio tales cosas después de lo que está haciendo el actual gobierno del PP? ¿A quién pretenden convencer con tal dislate?

La obsesión por hacer del PSOE su “enemigo principal” ha dado lugar a una campaña bastante confusa y errática en la que no queda claro qué se propone, ni cómo se puede llevar a cabo. ¿En qué se traduce eso de “el poder de la gente”? ¿En qué medidas o propuestas? ¿En qué consiste la oferta electoral de “romper el bipartidismo”? ¿En qué favorece eso a determinados sectores de la sociedad que necesitan fuerzas políticas potentes y verosímiles que les defiendan?

Situándose de entrada como fuerza minoritaria que no puede aspirar a gobernar por sí sola, IU tendría que intentar ser creíble a partir de su contribución a algún proyecto concreto, pero, cuando ese proyecto se limita a romper con el “bipartidismo” y deteriorar al PSOE, el problema es que muchos electores entienden que eso supondría acabar con las posibilidades reales de un gobierno de izquierdas. Además, algunas experiencias de apoyo a gobiernos del PP, como en Extremadura, no hacen sino arrojar más dudas y oscuridades sobre la utilidad práctica del voto por un partido con unos enfoques como los actuales de IU. Lo que finalmente da lugar a que en bastantes casos la lógica pregunta de ¿mi voto para qué? se responda en términos de un “voto útil” para la izquierda en general. Un voto que frene la actual hegemonía política del PP y de la derecha europea en general.