Porque, en primer lugar, a los barceloneses les debe de importar muy poco cómo llegue el agua, con tal de que llegue. Además, ya tienen el AVE con lo que puede ir más deprisa.
La idea del tren, por otra parte, no parece descabellada: dado que el agua está en un sitio y la gente en otro, si se estudian las alternativas que hay para acercar el uno a la otra, no cabe duda de que es más eficaz transportar por tren el agua desde Tarragona hasta Barcelona que trasladar a la gente en sentido inverso para que pueda ir a beber agua.
Además, si ya se ha aceptado como normal el que se transporte el agua en barco y desde una distancia considerablemente mayor como es la que hay entre Almería y Barcelona, no debe parecer tan extraño que se haga en tren, y desde una distancia más corta.
Y ello sin contar los traslados en avión, cuando corre realmente prisa, como en el caso de los incendios forestales o los varios hectómetros cúbicos que son trasladados de una a otra parte del país en millones de botellas de plástico.
Claro que a alguno, quizás con ideas algo antiguadas, se le podría ocurrir transportarla aprovechando la capacidad de fluir que tiene el líquido elemento. Se trataría de introducirla en un recinto cerrado por todos sus lados excepto por uno situado en la dirección a la que se quiere transportar. Si, en ese momento, se le somete a una cierta presión, el agua tenderá a trasladarse en la única dirección en la que puede hacerlo y, de ese modo llegará a su destino prefijado.
Se pierde en la noche de los tiempos la utilización de este método, y digo que se pierde porque, modernamente, esto ya no se hace. Desde que se conoce como trasvase, este método ha entrado en desuso, como lo hizo el acueducto romano de Segovia o lo hará, en pocos años, el trasvase Tajo-Segura.
Tiene un inconveniente y es que hay que construir previamente esos recintos cerrados que son conocidos como canales, tuberías y, más recientemente, aducciones. Pero, sobre todo, solo sirven para eso: para conducir agua.
En cambio, los trenes o los barcos sirven para más cosas y resultan instrumentos, por tanto, muy polivalentes: pueden llevar agua en una dirección y cualquier otra mercancía en el camino de vuelta. Seguramente eso es lo que justificará económicamente la utilización de este método.
No son solo, por tanto, razones de alteración del medio natural las que han convertido en obsoletos los trasvases, sino también, como digo, económicas. Las mismas razones que se utilizan para explicar la utilidad de las desaladoras. Posiblemente, si no fuera por este tipo de explicación, el hecho de beberse el agua del mar después de extraerle la sal con el empleo de altas dosis de energía, le podría resultar a la gente más raro que llevarla en tren. Aunque viajara en clase bussines.