En la literatura sociológica se dispone de una gran cantidad de estudios e informes sobre la influencia de los pronósticos en el comportamiento electoral final, sin que se haya podido todavía llegar a una conclusión incuestionable. Por ello, no deja de llamar la atención el interés que se continúa prestando a estas cuestiones.

En España las previsiones electorales presentan dificultades especiales. Algunas tienen que ver con el propio deterioro técnico de los métodos de sondeo, que no siempre permiten garantizar la utilización de técnicas muestrales rigurosas y suficientemente contrastadas, en tanto que otras dificultades estriban en la creciente volatilidad de los comportamientos electorales y, sobre todo, en la persistencia de un importante componente de voto oculto del PP, que obliga a recurrir a sistemas de proyección para realizar pronósticos efectivos de voto. Por lo tanto, la pertinencia y el rigor de los procedimientos proyectivos utilizados condicionan las conclusiones a las que se pueda llegar. De ahí las diferencias que a veces aparecen en los pronósticos pre-electorales que se suelen publicar, sin desechar la influencia de otros factores no científicos, como el propio afán interesado de algunos en el sentido de presentar a “su” partido como el posible ganador.

En las próximas elecciones europeas las previsiones son aun más complicadas, ya que en este tipo de elecciones las motivaciones suelen ser más difusas y el interés práctico de los electores suele ser mucho menor. Por eso, es difícil saber cuál será la tasa de participación el próximo día 7 y, por lo tanto, se desconoce si los electores de uno u otro partido se abstendrán en mayor o menor grado, afectando la inclinación de la balanza.

De momento, las encuestas más fiables apuntan hacia una abstención muy notable, posiblemente mayor aun que en otras elecciones europeas anteriores. A su vez, los pronósticos oscilan desde aquellos que dan ganador al PP por cuatro o cinco puntos de ventaja, a aquellos que –como el CIS– aventuran tendencias muy ajustadas, casi de empate técnico, que podrán resolverse en el último momento a favor del partido político que logre movilizar en mayor grado a sus votantes potenciales.

Sin embargo, tal como ha transcurrido la campaña en los primeros días no parece que el factor motivacional de “deshacer el empate” esté siendo muy movilizador. Más bien el planteamiento de la campaña del PP en términos duros, casi exclusivamente de política interna (ver mi artículo “Paletos en Europa”, en el número 175 de TEMAS), puede acabar dando lugar a una activación de algunos electores progresistas –e incluso de centro moderado– que no pensaban votar inicialmente, pero que están empezando a recelar seriamente de las intenciones instrumentalizadoras de los estrategas del PP, que sólo parecen interesados en desgastar al gobierno de Rodríguez Zapatero e intentar quitarle legitimidad política en las urnas. Por ello, hay personas que piensan que tal estrategia puede producir efectos nocivos para la situación política en España. Lo cual en una coyuntura económica tan delicada como la actual sería peligroso, tanto en términos de estabilidad política como de seguridad económica.

Lógicamente, los estrategas electorales del PSOE intentarán apurar hasta el último minuto este nuevo error estratégico de los dirigentes del PP, que se dejan llevar con demasiada facilidad por impulsos anti-socialdemócratas y reaccionarios, intentando fidelizar así a una parte de sus electores, pero sin tener debidamente en cuenta que de esa manera movilizan también al electorado del PSOE y al voto útil de la izquierda en general. Voto que, hoy por hoy, y en su conjunto, en España es mayor que el voto conservador, y que posiblemente se afianzará y aumentará en los próximos años, en la medida que la crisis económica va a suscitar más demandas de Estado y más necesidades de protección social.

Por eso, si los que dirigen la campaña electoral del PSOE saben aprovechar bien las circunstancias y mantienen coherentemente un discurso de izquierda social y razonable, es posible que se pueda dar la vuelta a la situación de partida y llegar a unos resultados finales más equilibrados. La dificultad real va a estar en la abstención, que puede ser más elevada entre sectores más próximos a las ideas del PSOE, como los trabajadores, los jóvenes y algunos núcleos de las nuevas clases medias en declive, que están padeciendo de manera especial los efectos de la crisis económica y que se encuentran un tanto pesimistas y distanciados.

En definitiva, en unas elecciones en las que influyen tantos factores y en las que muchos votantes piensan que no se decide nada importante, resulta difícil anticipar resultados plausibles, aunque todo parece indicar que nuevamente las opciones relevantes tenderán a concentrarse en los dos grandes partidos, y ambos se beneficiarán nuevamente de los climas previos de polarización política, que tienden a movilizar y a agrupar a los electores en torno a ellos.