Casi al mismo tiempo que los líderes del PP anunciaban subidas importantes de las pensiones de jubilación y aseguraban una cobertura del 100 por 100 para guarderías, los portavoces del PSOE presentaban propuestas bastante más moderadas en lo que se refiere a la cobertura para niños menores de tres años. ¿El mundo al revés? ¿El PP rebajando impuestos a los pobres y el PSOE a los ricos?

No hace falta ser un lince para entender que algo no cuadra bien en estos pronunciamientos y que lo que se está buscando, en realidad, es atraer a los electores de los espacios políticos colindantes. El PP intenta atraer el voto de los mayores y de las familias con hijos pequeños, en tanto que el PSOE intenta atraer el voto de las clases medias acomodadas y de algunos sectores del mundo empresarial.

El problema está en saber si estas intenciones –legítimas– se están manifestando por la vía más adecuada, o simplemente se está tirando por la calle de en medio, sin evaluar en qué grado, y de qué modo, se van a poder cumplir las promesas electorales y qué efectos prácticos pueden tener algunos de ellos, con el consiguiente coste que estas maneras de proceder puede tener en un electorado maduro e inteligente al que no va a ser fácil dar gato por liebre. Al final, por esta vía, el principal efecto que puede darse es una merma de la credibilidad política y un riesgo de que aumente el voto blanco y nulo y la abstención.