Con este estreno la saga de James Bond alcanza el número de “22” películas, una larga historia para el agente del servicio secreto británico que creara Ian Fleming en 1952.
A lo largo de las veinte primeras películas han cambiado, en sucesivas ocasiones, el actor que encarna a 007, desde Sean Connery hasta Pierce Brosnan, pasando por Roger Moore y Timothy Dalton, todos han impregnado al personaje de sus características personales de actor, pero siempre han manteniendo inalterable los perfiles definitorios del “agente secreto” al servicio de su Majestad la Reina. Siempre riguroso caballero inglés, sarcástico, audaz, valiente y conquistador. Nunca se despeinaba, apenas sudaba y en muy raras ocasiones sangraba. Pero con Casino Royale, no sólo se cambia a Pierce Brosnan por Daniel Craig, sino que se rompe el estereotipo acuñado a lo largo de muchos años y películas, se moldea un Bond más humano, más visceral y emocional. Y como tal, menos invencible. No cabe duda, que esta decisión, este giro, ha dividido a sus seguidores entre los que creen que es una traición y los que, como yo, piensan que es un gran acierto para que la historia continúe.
La trama de Quantum of Solace continua directamente después de ‘Casino Royale’, con Bond intentando descubrir la verdad sobre Vesper, la belleza que lo traicionó.
La dirección es buena y choca que Marc Forster, director de “Monster’s Ball” y de “Cometas en el cielo”, sea el responsable de una película de este estilo, tan de encargo de productora. Pero lo hace, francamente, bien. Nos ofrece un Bond insubordinado, que no puede dormir, convertido en un cínico, con sus debilidades y sus ansias de venganza. En definitiva frágil como todo ser humano.
Sin duda, Quantum of Solace tiene pocas ocurrencias, falta de diálogos y poca profundización en los personajes, aunque son destacables sus escenas de acción y sobre todo la gran actuación de Daniel Craig. Un film entretenido pero peor que Casino Royale.