Creo que lo más honesto es empezar reconociendo que no lo sabemos, más aún, me atrevería a decir que una gran mayoría de libaneses, desde luego todos los que conozco, no lo saben y así lo dicen, lo cual contrasta con las rápidas certezas con las que algunos lo explican con un “Siria e Irán están detrás de esto”. Cabría preguntarse cómo dos países que se saben en el punto de mira de Estados Unidos e Israel podrían salir beneficiados de un estallido en el Líbano, coartada perfecta para la siguiente operación de castigo de la Administración Bush a la que son candidatos preferentes. Quizás esas supuestas explicaciones forman parte de lo que está pasando.

La muerte de seis cascos azules españoles en un atentado terrorista con bastantes visos de ser obra de Fatah al Islam es el último, último en cuanto al más reciente capítulo de una dramática secuencia de acciones violentas que tienen en común el que no parecen inscritas en la dinámica interna libanesa.

Tenemos un grupo hasta hace poco desconocido, Fatah al Islam, que hace dos meses asaltó un banco en Trípoli, se hizo fuerte en el campo de refugiados palestinos de Naher al Bared y mantiene desde entonces un sangriento pulso con el Ejército libanés. No sabemos cómo ni de donde ha salido Fatah al Islam pero sí que nada tiene que ver con Hizbullah, Amal o cualquiera de las facciones libanesas que han condenado todas el atentado contra los soldados españoles. La tragedia que el Partido Popular utiliza sin pudor en su campaña de acoso y derribo al Gobierno de España no era esperable. Ni para los mandos de la ONU, ni para el gobierno libanés, ni para Hizbullah, ni para la sufrida población del sur del país que, conviene recordarlo, hace apenas un año y aún bajo los atroces bombardeos israelíes, pidió desesperadamente a Europa, no a Estados Unidos, a Europa, que hiciese algo.