Sin embargo, en la evolución del debate político español esta tendencia no parece tener reflejo, sino más bien todo lo contrario. ¿Por qué? Esta es –y va a ser–, sin duda, una de las grandes cuestiones políticas de nuestro momento.
En el mapa político español los electores sitúan el PP en el 2,9, es decir bastante a la derecha, al PSOE en el 6,83, es decir, en un centro-izquierda inflexionado más a la izquierda, y a IU en el 7,70, no muy lejos del PSOE. Esto significa que, salvo el PNV y CIU, ningún partido político nacional está ocupando los espacios del centro moderado (el 5), en los que se sitúan específicamente un 22% de los votantes. ¿Por qué no ha surgido en España, pues, un partido de centro? ¿Qué harán los electores de centro si no se sienten suficientemente reflejados y representados en la actual estructura de partidos políticos?
Después del derrumbe de la UCD, los espacios de centro han sido el polo de mayor competencia política y de mayor volatilidad electoral. Durante bastantes años el PSOE ha representado –y atraído– razonablemente a amplios sectores de centro. Durante algunos años el PP también se ha esforzado por atraer al electorado del centro, lo que ha dado lugar a que las estrategias de moderación, tanto en lo programático como en las formas políticas, hayan prevalecido en la competencia política.
Sin embargo, las estrategias de confrontación dura que tienden a imponerse últimamente han dado lugar a nuevos planteamientos, de forma que ahora se trata de movilizar al electorado de centro, no a través de la moderación, sino mediante el miedo y el rechazo a los “otros”. Para ello se están intentado “construir” unas imágenes de radicalización recíproca y se está tensionando el clima político de manera notablemente amplificada: en el lenguaje, en los argumentos y en los peligros y amenazas (incluso en forma de sospechas, eventuales secretos e hipótesis).
Todo lo cual supone un cambio estratégico de fondo, que puede tener consecuencias negativas sobre la vida política española y que de momento parece que se está saldando en tablas. Es decir, el ruido y la tensión están dejando a los electores de centro más bien fríos, y en algunos casos, preocupados. Lo que puede traducirse a corto plazo en una mayor proclividad hacia la abstención.