El triunfo de Barack Obama en los caucus de Iowa y los buenos resultados obtenidos en las primarias de New Hampshire, al tiempo que arroja algunas incertidumbres sobre quién será finalmente el candidato del Partido Demócrata a las cruciales elecciones presidenciales de noviembre, muestra unos deseos notables de cambio entre el electorado norteamericano.

Hasta ahora el equipo de Hillary Clinton había sido muy cauteloso –posiblemente demasiado– de cara a intentar prevenir los efectos conservadores, continuistas e institucionales del pueblo norteamericano. Y los Clinton, desde luego, saben mucho, por experiencia propia, de esos efectos e inercias.

Ahora, sin embargo, parece que en Norteamérica se ha despertado un sentimiento potente de más amplia participación y de ruptura con unas formas de actuar que estaban llevando a la sociedad norteamericana a la crisis, al tiempo que sitúan al mundo al borde del precipicio.

Es difícil saber si Obama va a ser capaz realmente de mantener el ritmo y de canalizar y traducir en algo concreto los afanes y esperanzas de cambio. Pero, lo que sí parece cierto, de momento, es que un número significativo de electores no han sido capaces de identificar suficientemente a la muy cualificada senadora Clinton con las nuevas demandas de cambio. ¿Habrá cambios de estrategia en el equipo de Hillary Clinton? ¿Intentará Obama concretar más sus propuestas? El margen de tiempo disponible para las adaptaciones es bastante estrecho, por lo que no es improbable que al final todo se sustancie en base a las preferencias y criterios de un nuevo tipo de votantes.