Pero esto no va de broma. El problema ya no es la crisis, sino las medidas que toma el PP para sacarnos de la crisis. Porque son las soluciones las que están provocando: asfixia, miedo, subida de impuestos, eliminación de la clase media, mayor desigualdad social, aumento de la pobreza, … Nuestra preocupación no puede ser corregir la imagen de España en el extranjero a base de fotos y falsas risas, que oculten lo que está pasando, sino corregir de fondo lo que nos está llevando al desastre.
En primer lugar, el desmantelamiento del Estado de Bienestar del que ya no quedan ni los retazos; en segundo lugar, dejar colgada y sin futuro a la generación de jóvenes que son el verdadero capital de nuestro país; pero, en tercer lugar, la amenaza para silenciar las protestas ciudadanas, a base de represión y modificación de los derechos de libertad de expresión. ¿Qué pretende el PP? ¿Hasta dónde es capaz de llegar?
No debemos permitir hasta dónde piensa el PP llegar para combatir la indignación ciudadana, porque será una pérdida irremediable que lamentaremos profundamente. Hoy es necesario recordar la diferencia entre el Ministerio del Interior, con Alfredo Pérez Rubalcaba, respecto a las manifestaciones y movimiento del 15-M, y las que ahora hace el PP. Es necesario recordar las diferentes actitudes, comportamientos, acciones y palabras que unos y otros dedicaron desde su posición de Gobierno. Hoy más que nunca, los jóvenes y no tan jóvenes que protestan en la calle o los apoyan desde su casa (siendo una mayoría silenciosa indignada con Rajoy), deben saber que no todos actúan igual y que aquel 15-M pudo ver la luz porque la Democracia funcionaba.
Pero, ¿hoy está bien de salud la Democracia? ¿Acaso no corre peligro cuando se toman medidas de eliminar sueldos a los políticos de la oposición, eliminar la pluralidad en consejos como el de Canal 9 en Valencia, las cargas policiales, parar a los autobuses de manifestantes para cachearlos, o pretender modificar las condiciones para reunirse y manifestarse?
Es la hora de tomar medidas impulsoras de más democracia social y política interna en los partidos políticos. Hasta los propios militantes de un partido contemplan con estupor e incredulidad las medidas que se llevan a cabo.
Es necesario abrir el debate de la Reforma Electoral, con todas sus complicaciones, pero con la voluntad política de responder a lo que socialmente necesitamos. No se puede seguir silenciando el divorcio entre políticos y ciudadanos. Hay que fijar los objetivos que queremos conseguir, y después comenzar con los reglamentos. Pero, ¿estamos todos los partidos de acuerdo en la necesidad de acometer la reforma electoral?
Que empiece el debate! Hemos de alejarnos del “voto útil” para conseguir “la utilidad del voto”. Que los votos de un partido en el parlamento sean el número de votos ciudadanos obtenidos, terminando con repartos abusivos que inmovilizan la vida política, con mayorías absolutas que no sirven para dar estabilidad sino asfixia.
Los ciudadanos deben poder sancionar, votar o vetar listas o personas, de modo que los partidos no sean ajenos a la voluntad popular. Las listas cerradas y bloqueadas obligan a votar siglas, tragándose a personajes inmorales y deshonestos, cuya fuerza reside en la maniobrabilidad orgánica que ostentan. No se puede seguir justificando imputados de casos de corrupción en los parlamentos, esperando a que la justicia decida lo que es una responsabilidad política (a la justicia le corresponde la penal).
Los partidos necesitan internamente recuperar el papel del militante con mayor peso, voz y volumen. Militantes, que también son ciudadanos, que sufren con las decisiones que se toman. A base de elegir con criterios endogámicos y de luchas orgánicas, los partidos no han elegido a los mejores en capacidad y más preparados para el puesto, sino a “los mejores para sus intereses”, lo que hace que las decisiones sobre los liderazgos están muy alejadas de la opinión ciudadana.
La trascendencia que tiene la fortaleza democrática de las organizaciones políticas es mayor de la que podamos pensar; no sólo en su representación social, no sólo en el papel del militante como transmisor y reflejo del ciudadano, no sólo en la elección de los mejores líderes, sino también en la capacidad real de hacer Política, de proyectar ideas, de tener capacidad de actuar en aras del bien común y de realizar programas que no sean cortoplacistas.
La democracia interna de los partidos necesita de: voto individual y secreto, elecciones directas de cargos, rendición de cuentas de cargos orgánicos y públicos, asunción de responsabilidades, no acumular cargos ni perpetuarse en ellos, cuentas públicas y transparentes, y, sobre todo, compromiso con la palabra dada o, en su caso, asumir la responsabilidad que conlleva.
El camino que debe escoger España no es el silencio, la represión, el miedo, o los decretos que oculten las vergüenzas, las miserias y los problemas debajo de la alfombra, sino la transparencia, la claridad, la voz pública, la explicación social, y la Democracia!!