No teníamos suficiente con sufrir el desmantelamiento del Estado de Bienestar, cómo los derechos sociales y laborales caían como naipes, cómo emigran nuestros hijos, cómo se triplica el paro perdiendo la esperanza da igual la edad o la categoría que tengas, cómo se recortan la sanidad y la educación, cómo se desahucia a las personas de sus viviendas, y cómo se malvive de las pensiones de los abuelos.

Hemos tenido que ver cómo este país ha retrocedido salvajemente creando una profunda brecha de Desigualdad, que será muy difícil de corregir, y que dejará a mucha gente en la cuneta.

Además de todo eso, tuvimos que cargar sobre nuestras conciencias la culpa de que habíamos vivido por encima de nuestras posibilidades: ¿cómo se nos ocurría cambiarnos de coche, comprar una vivienda, salir de fiesta, o tener vacaciones? ¿Quiénes nos habíamos creído los españoles que éramos? En nuestro sufrimiento, teníamos la penitencia a nuestros pecados, –lección que nos transmitía nuestra “cultura” francocatólica- que no conseguimos superar en este país.

Realmente para que España viviera “por encima de sus posibilidades”, había que crear un ambiente que lo propiciara. Si se construía el doble de casas que en toda Europa, había que incentivar créditos a todo gas, para que los españoles se endeudaran; si queríamos figurar en el mundo como una gran potencia, había que crear más infraestructuras (a veces inútiles como aeropuertos inservibles, pero carísimos) o cachivaches que han aparecido en las ciudades sin que nadie sepa bien para qué sirven pero que nos han costado un riñón y medio, endeudando a nuestras autonomías (paseen ustedes por Valencia, y verán “qué bonita está, dice Rita Barberá” , y qué carísimo socialmente nos está saliendo tanto capricho institucional).

La ciudadanía debía caer como una mosca en una tela de araña creada para que el dinero fácil, el lujo disparatado, la banalidad, la falta de valores morales, la incapacidad de racionalizar tanto gasto inútil, nos hiciera sentir el number one. Era una opulencia falsa, inmoral, dañina en nuestra creación como sociedad, pero además ha sido una verdadera mentira para que otros vivieran impúdicamente del dinero público sin dar ninguna explicación.

¿Quién ha vivido por encima de sus posibilidades?

Cuando ahora todo se ha desmantelado, cuando vemos algunas Comunidades Autónomas como la valenciana, que ha sufrido la grave crisis inmobiliaria, que ha perdido todo su sistema financiero, que ha dejado en la cuneta a la industria y a la agricultura, que está a la cola en prestaciones sanitarias y educacionales, que ha machacado al mundo de la cultura, que ignora a la investigación y la ciencia, que somos los más endeudados, los que menos prestaciones recibimos y los que más caro pagamos cualquier servicio, vemos que el paraíso no era gratis y que eran muchos los que se han aprovechado del engaño social. Somos la Comunidad Autónoma que más imputados y corruptos tiene por metro cuadrado, que más casos judiciales tiene pendientes, que más corrupción alberga en su Administración.

La pregunta ahora es cuánto nos han robado directamente del dinero público. ¿Qué hubiera ocurrido en este país si al llegar la crisis no hubieran existido las tarjetas fantasmas, Blesa y Rato, los Eres, la Gürtel, los Pujol, Camps/Matas/Acebes y cía, Bárcenas, Arturo Fernández y Díaz Ferrán, Urdangarín y acompañantes, Carlos Fabra y Sonia Castedo, y el largo etcétera de ladrones que han vivido a costa de los españoles?

Cuando los jueces dictaminen sus sentencias, deben medir varias cosas: en primer lugar, el dinero robado, y recuperar lo máximo que se pueda (porque los españoles necesitan el dinero que les han robado para hacer frente a la crisis); pero espero que contemplen también en su sentencia la inmoralidad de la corrupción cometida y el engaño que previamente se ha hecho a los españoles.

El engaño que se le ha hecho a este país no puede salir gratis.