A lo largo de los distintos gobiernos, hemos visto cómo resultaba imprescindible “pactar” determinados asuntos que debían salir de la agenda de confrontación política para que fueran intocables y consolidaran los cimientos de una sociedad de justicia y bienestar: una educación pública y gratuita de carácter universal, una sanidad pública de calidad, una seguridad por parte de las fuerzas del Estado, y un sistema de pensiones. Bases que debían ir ampliándose.

Pero, muerta y reconvertida Alianza Popular en el PP que hoy conocemos, siempre que este partido ha estado en la oposición ha primado más su estrategia que el bien del Estado. Lo vimos con Aznar que utilizó todos los métodos para hundir al gobierno de Felipe González (aunque este gobierno cayó por sus propios errores). Y lo vemos ahora con Mariano Rajoy, quien está haciendo aguas por todas partes (entre espías y trama de corrupción), pero su única obsesión es hacer la contra al gobierno de Zapatero, sea como sea en lo que sea y da igual sus consecuencias.

Lo primero fue la deslealtad institucional ante el combate contra el terrorismo. ¡Cuántas barbaridades, manipulaciones y mentiras hemos tenido que oír! La lucha contra el terrorismo no puede ser objeto de combate político, así lo entienden todas las fuerzas, menos el PP.

Luego, siguió la educación y la sanidad. Los golpes bajos al sistema educativo público que se ha hecho desde Madrid y Valencia han sido terribles: desde “Educación para la Ciudadanía” hasta derivar dinero público a colegios privados del Opus que incumplen los derechos constitucionales de coeducación y libertad religiosa. De Sanidad y su continua guerra contra los profesionales, nos puede hablar mejor que nadie Esperanza y su consejero, quien no tuvo problemas en denigrar a médicos honestos de la sanidad pública.

Por supuesto, la crisis económica es un motivo de “guerra política” y no de búsqueda de medidas y soluciones. Si éste es un punto de debilidad del gobierno, da igual a cuántos parados afecte, mientras que dé cancha a la oposición. En el juego entra también la patronal vinculada al PP. Aquí todos se unen: la derecha forma un lobby mediático, económico y político cuyos intereses grupales están por encima del bien del Estado.

No iba a ser la financiación autonómica un punto de acuerdo. No se sabe bien si las Comunidades del PP están a favor o en contra: todas cogen el dinero, algunas muy beneficiadas, pero por si acaso: ¡a protestar!. Igual que con el Plan E de trabajos municipales. A muchos alcaldes y alcaldesas les ha salvado la cara; hacen inversiones que no hubieran imaginado. Pero el PP las niega. Jamás he visto con tal descaro y desvergüenza utilizar las instituciones de todos (como alcaldías o gobiernos autonómicos) para atacar al gobierno Zapatero y hacer oposición burda desde el propio poder institucional. No hay fronteras ni límites para el PP. Por cierto, en algunos ayuntamientos valencianos gobernados por el PP han sacado las cuentas de cuánto supone la inversión de Zapatero y es equivalente a ¡10 años! de inversión municipal.

Como se ha negado a cualquier ley de avances sociales y de derechos, sea la ley de matrimonios homosexuales o la ley de la despenalización del aborto. Hay que recurrirlas, judicializarlas y crear polémica social y moral. El PP necesita convertir una ampliación de derechos en una agresión moral.

Tampoco se libra la política internacional. Siempre se ha procurado que todo país tenga una voz única en el exterior que dé potencia al Estado. Pero no lo entiende así el PP, quien tiene en su peor embajador a José María Aznar, reconvertido en ideológico “ultra” del malogrado Bush.

¿Qué responsabilidad tiene el PP en lograr acuerdos, consensos y no generar odios y agresividad en la vida política?

¿Qué responsabilidad tiene en hacer Política con mayúsculas basada también en la razón, el entendimiento y la ética, y no sólo en la estrategia y el corto plazo?

Mucho tienen que barrer el PP dentro de su casa para volver a ser un partido limpio y honesto en el panorama político, pero también tiene que recuperar el espíritu de la transición política, si alguna vez los actuales mandatarios del PP creyeron en ello.

Ni España se rompe, ni la sociedad se rompe, ni la familia se rompe, como el PP intentó hacer creer. Pero el sistema democrático político basado en la confianza y en la participación se resiente si lo único que hay en el juego político son cartas marcadas y trucos de trilero.