El contenido es, pues, inviable. Y el objetivo, irresponsable. Intentar arañar unos cuantos votos azuzando el miedo endémico al diferente y el resquemor al que llega de fuera, es más propio de una organización radical y marginal que de un partido de gobierno en un país desarrollado.
Rajoy ha de saber que la participación del colectivo inmigrante en el crecimiento económico y en el desarrollo social de España está siendo protagonista e imprescindible. Y Rajoy debe saber también que la identificación del inmigrante con el riesgo de inseguridad, paro o precariedad en los servicios, responde antes a falsos tópicos xenófobos que a la realidad de nuestro país. Alimentar estos tópicos dificulta peligrosamente la integración y la convivencia.
Por lo que Rajoy expresa, el alcance de su contrato es triple. Por una parte se obliga a los inmigrantes a “cumplir las leyes y pagar impuestos”. Cosa absurda, puesto que leyes e impuestos obligan ya a todo ciudadano, independientemente de su origen.
Por otra parte requiere a la inmigración para “respetar nuestras costumbres”. ¿A qué se refiere? ¿A la “igualdad entre hombre y mujer”? Tal obligación ya está garantizada en la Constitución y en la Ley de Igualdad (que el PP recurrió ante la Justicia). ¿Qué “costumbres” son esas? ¿Quién las ha de definir? ¿Obligarán solo a los inmigrantes? Hay quienes hablan de la obligatoriedad de comer tortilla de patatas, desfogarse cada semana con el Madrid o el Barça, ver telebasura, acudir a la Feria de San Isidro, vestir de faralaes…
Por último establece el compromiso de “regresar si no tienen trabajo”. Amén de la presión poco caritativa que encierra el propósito, resulta que las normas vigentes ya lo prevén. Si un inmigrante no acredita haber trabajado al menos seis meses por año no puede renovar su permiso de residencia y debe abandonar el país. ¿Dónde está la novedad? ¿En la mala leche?
Ahora bien, el colmo del absurdo llega en el añadido a la propuesta del contrato. Enfatiza Rajoy que expulsará inmediatamente al delincuente que cometa un delito, en lugar de esperar al cumplimiento de la pena judicial como ocurre ahora.
¡Esto sí que es efecto llamada! Todos los delincuentes del mundo querrán venir a “trabajar” a España, puesto que el máximo castigo que podrían esperar de las autoridades españolas es un billete de avión gratis para la vuelta a casa. Para el delincuente autóctono, cárcel. Para el delincuente de fuera, billete gratis y a casa. ¡Vaya genio!
El reto de la inmigración es demasiado importante para dejar su gestión en manos de gente como Rajoy. Cooperación para el desarrollo, control de flujos, promoción de la inmigración legal para cubrir las necesidades de nuestro mercado de trabajo, freno a las mafias que trafican con personas, integración social con iguales derechos y deberes. La estrategia para convertir la inmigración en una gran palanca de desarrollo está en marcha. No volvamos hacia atrás…