Todo valía con tal de conseguir la meta de llegar por fin a la Moncloa. Presentar un programa ambiguo para no comprometerse a nada, por supuesto. Así, en el primer párrafo de la carta que firmaba en el programa electoral decía: “El cambio en España ya no puede esperar. Los españoles necesitamos un gobierno serio y responsable en el que poder confiar. Necesitamos respuestas creíbles a problemas reales. Necesitamos combatir el desempleo que hoy sufren cinco millones de españoles”.

Pero, sobre todo, prometer empleo en una sociedad que estaba siendo castigada por casi cinco millones de parados. En su discurso maniqueo y también en el programa electoral se podía escuchar o leer: “El Partido Popular ofrece un proyecto ilusionante en el que la generación de empleo y de oportunidades, la equidad, la movilidad social y el compromiso con el bienestar serán los elementos clave para poder afrontar juntos, y con garantías de éxito, las imprescindibles reformas económicas que España necesita para recuperar la senda de la prosperidad” (pág. 23).

Pero ya sabemos, y sufrimos, lo que está ocurriendo en España una vez que Rajoy ha llegado a la Moncloa. La crisis está siendo utilizada por el PP para recortar derechos y servicios públicos que estaban disfrutando los españoles. Esto es grave, pero más aún la ruptura del consenso constitucional que están llevando a cabo para intentar, con una mayoría electoral coyuntural, imponer un modelo social, económico e ideológico.

El principal problema que tiene en estos momentos la sociedad española es el paro y, desgraciadamente, los Presupuestos Generales del Estado, que el PP ha presentado a las Cortes Generales, se basan en el desarrollo de unas políticas que van a llevar a España a una cifra de más de seis millones de parados a final de año.

La crisis significa ante todo paro, paro y más paro para millones de ciudadanos. ¿Tan difícil es para el Partido Popular entender esto y realizar políticas de crecimiento que sirvan para crear empleo y poder también pagar las deudas?

Parece que sí, porque Mariano Rajoy ha decidido hacer el harakiri a España y los españoles, con estos Presupuestos Generales del Estado (PGE) que van a traer más desempleo, más impuestos y subidas de tasas a las clases medias trabajadoras, y recortes brutales y copagos en derechos básicos como la educación, la sanidad, la dependencia y las políticas sociales.

Eso sí, como el buen samurái, que etimológicamente es la persona que protege a las personas de la alta sociedad, en estos mismos presupuestos no se pone un impuesto a las grandes fortunas, ni un impuesto a las transacciones financieras, ni un impuesto al tabaco y al alcohol de alta graduación, cuya recaudación se destine a financiar la sanidad. Aunque sí aparece una amnistía a los delincuentes fiscales, para que puedan legalizar, pagando sólo el diez por ciento, todo el dinero sucio que tengan, sin ningún tipo de responsabilidad penal.

En esta situación, si España quiere tener una salida, el Presidente del Gobierno debe dejar de servir a las personas de la alta sociedad, a los poderosos como “el buen samurái”, para trabajar por el bien de todos los españoles. Porque la vida económica y social se salvan juntas o no se salvan.