A cualquier psicólogo infantil se le ocurrirían bastantes explicaciones sobre este recurso de transferencia y ocultación. Ocultación y negación que, en algunos casos, ha llegado al extremo ridículo de intentar evitar por todos los medios mencionar los nombres de algunas personas, pensando poco menos que, si no se habla de ellos, prácticamente dejan de existir.
Pero el problema no nos remite a una mera cuestión de psicólogos. De ahí la perplejidad de aquellos ciudadanos que hayan intentado seguir el debate sobre el Estado de la Nación, en unos momentos tan problemáticos, y que en algunos momentos no podían casi discernir si el que se sometía al debate era Rubalcaba o Rajoy, ni de qué país se estaba hablando.
Al otro lado de la ensoñación escapista y evasiva, el particular túnel transmutador del señor Rajoy le conducía a un universo idealizado y pintado de color de rosa, donde apenas existía el paro, la pobreza, las regresiones en derechos sociales y oportunidades vitales, ni el malestar…; un mundo sin personas de carne y hueso, en el que solo unos pocos resentidos se atrevían a protestar y reclamar, “demostrando lo poco demócratas que son”. ¿Habremos oído bien lo que llegó a decir y explicar el Presidente Rajoy en el Congreso de los Diputados, mientras era jaleado por su alegre muchachada, tan presta al halago del jefe como a insultar e interrumpir en la tribuna a los críticos de su impoluto líder?
La inclinación a la arrogancia agresiva siempre ha sido una tendencia peligrosa en la vida política. Pero cuando se recurre al abuso de músculo -aunque sea músculo parlamentario- para intentar aplastar y deslegitimar al contrincante, negando la realidad de los hechos, entonces el riesgo es que se puede llevar al país al borde de una crisis sistémica.
En este sentido, no deja de ser inquietante que el Presidente Rajoy y su círculo de jaleadores hayan perdido en tan alto grado el sentido de la realidad y no sean capaces de captar, y asumir, el pulso de la calle. ¿Acaso no son conscientes de los problemas que existen en España? ¿Acaso no son capaces de entender y reconocer que prácticamente todos los indicadores económicos, laborales y sociales están empeorando y evolucionando negativamente desde que ellos están gobernando?
Desde luego, la situación económica no era buena antes de que ellos llegaran al poder, cuando exigían un día sí y otro también medidas y resultados imposibles de alcanzar al gobierno anterior. ¿Es que acaso no se enteraban de cómo estaban las cosas en España y en Europa? ¿Les pasaba lo mismo, en este sentido, que lo que les ha ocurrido hasta hace uno o dos meses con su tesorero-contable-recaudador de toda la vida? ¿No se enteraban?
Quizás, alguien debiera explicarle al señor Rajoy que si el 70% o el 80% de los españoles piensan que ahora las cosas están mal o muy mal y que han empeorado mucho en los últimos meses, es que su mundo de ensoñaciones y ocultamientos no se corresponde con el mundo real. Cuando una mayoría tan amplia de españoles -incluso buena parte de los que votaron al PP a finales de 2011- consideran que el actual gobierno lo está haciendo mal o muy mal, algo está fallando en la capacidad de sintonía del actual Presidente de Gobierno con la realidad. Lo cual es preocupante. ¿Nadie le enseña a Rajoy sus propias Encuestas? ¿Nadie está dispuesto a abrir las ventanas y las puertas del Palacio de la Moncloa, para que el Presidente Rajoy pueda escuchar el clamor que llega de la calle contra la corrupción y el ensimismamiento de algunos líderes políticos?
El PP, como le ocurrió a la UCD en sus días, siempre tendrá -o mantendrá- un núcleo apreciable de fieles y de jaleadores. Incluso en circunstancias económicas y sociales tan críticas como las actuales, hay un 20% de población que en las Encuestas dicen que a ellos les va bien. La cuestión estriba en ¿qué va a hacer ese 70% u 80% de españoles a los que les va mal o muy mal, o que están preocupados por el porvenir de sus hijos o sus nietos? ¿Cómo se puede organizar esa amplia mayoría social para que el Presidente Rajoy salga de su mundo de fantasía, o deje de disimular y de intentar aparentar lo que no es?
Los sociólogos, los politólogos y los psicólogos -sean especialistas en síndromes infantiles o no- saben perfectamente que en los momentos especialmente críticos, cuando hay que operar con altura de miras y con voluntad y capacidad para propiciar los grandes acuerdos que son necesarios, lo primero que se requiere es asentar el principio de realidad. Es decir, lo primero es reconocer los hechos. De ahí lo preocupante del proceder del señor Rajoy. Preocupante para su liderazgo, para su partido y, sobre todo, para España, que es lo que ahora más nos debiera preocupar.