El de este fin de semana ha sido un mal resultado, que ha de llevar a los socialistas a un análisis crítico, a un estudio afinado de sus alternativas, a la aceleración de los cambios previstos y a confirmar la determinación de ganar el respeto, la atención y el crédito ciudadano. Esto es sensato, obligado incluso. Lo que no debe hacer el PSOE, porque no conviene a los socialistas ni a los españoles en este contexto de crisis, es dejarse llevar por la angustia paralizante o por la tentación del volantazo a ninguna parte.

Los socialistas han perdido un porcentaje cercano a los diez puntos tanto en Galicia y en Euskadi como en Andalucía y en Asturias. Y la explicación tiene componentes nacionales, pero también tiene componentes locales bastante evidentes. Pudimos analizarlos en marzo para unos casos y podemos analizarlos en octubre para los otros. La aversión del electorado hacia alternativas de gobierno inestables en Galicia, por ejemplo. La paradoja de la normalización que los socialistas conquistan para Euskadi, y que les aleja del poder, por ejemplo también.

La explicación nacional al retroceso está relacionada directamente con el déficit de credibilidad de las posiciones socialistas en este contexto político. Primero porque muchos ciudadanos responsabilizan al PSOE del fuerte deterioro social vigente por su gestión de la crisis desde el gobierno, tildada como incoherente e ineficaz. Y segundo porque a estas alturas ni el socialismo español ni la izquierda europea han sido capaces de contraponer una alternativa creíble a la estrategia de austeridad suicida que imponen las derechas desde Berlín y Bruselas. Este es el ciclo que vivimos, y en España los ciclos políticos no son de ocho meses. Los ciclos se desarrollan en mucho más tiempo.

El reto del socialismo español hoy, por tanto, consiste en renovar su proyecto en un doble plano: el plano político-programático, y el plano puramente organizativo. El PSOE está llamado a ofrecer al país una salida justa de la crisis y un modelo de Estado viable para la convivencia, porque estos son los principales desafíos que los españoles tienen por delante. Y el Partido Socialista está obligado también a afrontar un proceso de modernización y de apertura de su organización, para responder positivamente a las nuevas demandas de participación y transparencia en la vida pública.

El capítulo económico del nuevo proyecto socialista habrá de incorporar, al menos, los siguientes elementos: una nueva senda de ajuste fiscal flexible; un programa de estímulos públicos para el crecimiento y el empleo; una reforma tributaria que reparta las cargas de la crisis con justicia; un pacto de rentas que nos permita ganar competitividad sin devaluar salarios; un nuevo modelo productivo basado en la innovación y el conocimiento; un modelo de bienestar social que garantice derechos; y una Europa integrada y solidaria.

El capítulo institucional tendrá que proponer un nuevo desarrollo de la España de las Autonomías, que ha proporcionado dividendos innegables en términos de reconocimiento de identidades y de progreso socioeconómico. Ese nuevo desarrollo deberá ofrecer respuesta a las demandas de un autogobierno territorial mejorado, en el marco de un Estado necesariamente eficiente. Y más allá de pulsos, de órdagos y de chantajes nacionalistas, sus coordenadas habrán de ser las garantías constitucionales de la unidad, la cohesión y la igualdad de todos los españoles.

Los cambios en el Partido no serán menos relevantes. Los ciudadanos españoles del siglo XXI se parecen poco a los pobladores de la España decimonónica en la que nació el PSOE, y sus demandas de participación política también han cambiado. Las estructuras y las dinámicas de funcionamiento orgánico tienen que renovarse conforme a los principios de más transparencia, más participación democrática y más rendición de cuentas. Los socialistas siempre estuvieron a la vanguardia de las reformas en las formas de hacer política, y este es el compromiso que ahora se les exige también.

En consecuencia, tras un resultado electoral adverso, el PSOE está llamado a la libre reflexión autocrítica, pero sobre todo está obligado a cumplir con su responsabilidad ante los ciudadanos españoles. Los socialistas deben poner todo su potencial, que es mucho, al servicio de esos ciudadanos, con objeto de resolver sus problemas y enfrentar sus graves desafíos, de presente y de futuro. La determinación y los principios vienen con la marca. El liderazgo lo decidió un Congreso hace bien poco, en buena lid democrática. Un liderazgo solvente. Ahora lo que se necesita, además, es mucho trabajo. Y algo de tiempo…