Película vibrante, emotiva y en algunos momentos roza la historia épica. Basada en hechos reales, es una historia de familia, honor, venganza y salvación en la 2ª Guerra Mundial. Trascurre el año 1941 y los judíos de Europa Oriental están siendo masacrados a millares. Tres hermanos logran escapar de una muerte segura y se refugian en los densos bosques de alrededor de su casa, que conocen desde su infancia. Allí inician su desesperada lucha contra los nazis. Daniel Craig, Liev Schreiber y Jamie Bell interpretan a esos hermanos que convierten la lucha por la supervivencia en algo mucho más importante, una forma de vengar las muertes de sus seres queridos al salvar a miles de personas. Como afirma Tuvia (Daniel Craig) en uno de los diálogos del film, “pueden cazarnos como animales pero no nos convertiremos en animales” y en otra escena sentencia “Nuestra venganza es vivir”.
Al principio se limitan a sobrevivir, que es lo único que pueden hacer, pero poco a poco, a medida que se extienden los rumores sobre su coraje, empiezan a atraer a otros, hombres y mujeres, jóvenes y ancianos, dispuestos a arriesgarlo todo por un instante de libertad.
Tuvia se convierte en el líder a su pesar, pero sus decisiones son cuestionadas por su hermano, Zus, al que le preocupa que los idealistas planes de Tuvia acaben por condenarlos a todos. Asael el hermano más joven, está atrapado entre la intensa rivalidad de sus hermanos. Ante la llegada del crudo invierno, se esfuerzan por crear una comunidad, y por mantener viva la fe cuando el mundo parece haber perdido toda su humanidad.
Su realización, como no podía ser menos, teniendo a Edgard Zwick de director, es impecable y precisa. Logra hacerte partícipe de la aventura, de los peligros, de los miedos y las alegrías. Conmueve la nobleza de sus personajes en un contexto absolutamente negro de muerte y miseria. Es una de esas pocas cintas que ayudan a pensar que la humanidad tiene futuro.