Ante esta atonía de la izquierda, que se debate entre dimes y diretes y no es capaz de aportar propuestas creíbles para enderezar la economía y hacerla caminar por la senda de la política, la externa derecha comienza a enseñar la cara en toda Europa aprovechando el amplio espacio que proporciona el desencanto. En el próspero Norte ha conseguido cosechar nuevas actas de Eurodiputados en países como Inglaterra –donde ayer mismo parecía impensable-, Dinamarca, Holanda, Letonia o Austria para el Parlamento de la Unión, en unas elecciones marcadas por la gran abstención y el giro a la derecha generalizado en la mayoría de los países que componen la Unión Europea.
En el Sur, en la vieja Italia, que tiene tendencia a ser un país de excesos, hace ya tiempo que la extrema derecha viene enseñando algo más que la cara. Ahora han decidido ser más visibles y quieren comenzar a pasear el uniforme sin complejos. La xenófoba Liga Norte de Umberto Bossi y el ultraderechista Partido Nacionalista Italiano han promovido un cuerpo parapolicial de voluntarios para patrullar las calles en las llamadas “rondas negras”, amparados por la nueva Ley de Seguridad de Berlusconi que permite la formación de patrullas ciudadanas de vigilancia . El cuerpo parapolicial nace con el nombre de Guardia Nacional Italiana y cuenta con más de 2.000 voluntarios dispuestos a vestir la gorra negra tocada con el águila imperial romana, la camisa caqui y el pantalón gris, el uniforme de estética fascista que les identificará. Sólo esperan a que la Ley sea publicada en el Boletín Oficial del Estado italiano para comenzar a operar.
¿Cómo es posible que suceda algo así en un país europeo en pleno siglo XXI? ¿Cómo es posible que una ley de un país europeo y democrático pretenda dar cobertura a la creación de grupos de civiles para vigilar las calles? ¿Si esto prospera, qué repercusiones tendrá en el resto de Europa? ¿Acaso Italia regresa a los años treinta? Es de esperar que los italianos reaccionen y que como ha comentado uno de los líderes del Partido Demócrata, de centroizquierda, “se detenga este desconcertante delirio” que “es un golpe al corazón y a los principios de toda democracia liberal”.
Esperemos que esta lluvia no se convierta en aguacero. Por si acaso, los de la izquierda deberíamos comenzar a oponer un buen paraguas de ideas para cambiar el rumbo.