Se apuntan posibilidades como que “debe salir del gobierno”, “realizar algunos giros a la izquierda”, o “presentar propuestas programáticas” como decir que sabe cómo generar empleo (lo que ha producido perplejidad). Todo ello se enmarca en la opción de gestionar la crisis actual como una estrategia a corto plazo. Sinceramente, esa actitud ya no sirve, aunque se tenga inteligencia y buena voluntad para intentarlo. No es momento de consuelo con medidas parche, no necesitamos optimismos voluntariosos, bocanadas con medidas sociales que ayuden a malvivir esta crisis. No necesitamos a alguien que gestione lo que hay. Y lo que menos necesita la ciudadanía son medias verdades o soluciones tibias.

La crisis ha venido a cuestionar un sistema de relaciones económicas y políticas, ha desenmascarado la fuerza desproporcionada por parte de grupos de presión que desequilibra a gobiernos y ciudadanos, y nos arroja una realidad claramente injusta.

El 15-M ha venido para quedarse. Más allá de sus acampadas, representa un espíritu que anidaba en los ciudadanos y que ha tardado en estallar. Indica que estamos ante el final de una etapa y el inicio de otra, incierta y por definir, donde hay que buscar en primer lugar a los protagonistas que representen la indignación de los millones de ciudadanos. El 15-M no es un partido político, ni una asamblea en la plaza, es una generación que se rebela contra el establishment económico y político. Es el equilibrio social frente a los grupos de presión económicos. ¡Ya era hora!

La indignación indica que la democracia está amenazada por dos causas: en primer lugar, por el descrédito de los políticos, la falta de confianza generada por haberse convertido en gestores cuya única finalidad es maquillar lo mejor posible la pésima situación, tapando indecencias, inmoralidades y desfalcos. La segunda causa que amenaza nuestra democracia es que los ciudadanos han adivinado que el verdadero poder no está en manos de los políticos, sino en instituciones y organizaciones no democráticas que marcan la agenda política y social. El descrédito de la política junto a la falta de poder anula la credibilidad de quienes pretenden ser gestores de una realidad que sobrepasa su capacidad. No hay márgenes para actuar. No hay poder nacional político para combatir la crisis actual. Da igual quien esté al frente del gobierno porque las medidas las toman otros. ¡Qué más da a quien vote el ciudadano si sus representantes no deciden nada!

Necesitamos un Político. Un líder con un discurso capaz de rearmar a la socialdemocracia.

Eso no se hace con medidas parche, con promesas electorales y demagógicas de más asistencia social, ni prometiendo más coberturas, ni pequeñas becas o desgravaciones, ni defendiendo las reglas del juego actual que nos han llevado al mayor descalabro económico. Si Zapatero no hubiera aplicado los recortes y tomado las medidas impopulares, probablemente España hubiera sufrido el mismo destino que Irlanda, Grecia y Portugal; hubiera sido una irresponsabilidad dejar caer al país. Pero ahí no está la solución.

No sirven los instrumentos actuales como partidos políticos asustadizos, jerarquizados, que intentan nadar y salvar la ropa. No sirven las representaciones de antaño, como los sindicatos, porque la crisis va mucho más allá que una negociación colectiva. No sirven los políticos gestores y estrategas. No sirve una democracia representativa que no representa porque su poder es falaz. Todo está cuestionándose a una velocidad vertiginosa. Entonces, ¿por qué hacer lo mismo?

Estamos ante una realidad que debemos transformar, se cometen numerosas injusticias en nombre del beneficio económico, nuestra acción política se rige por macronúmeros, y nos hemos quedado sin discurso socialdemócrata porque el primer ataque se realiza al Estado de Bienestar al que se le acusa de insostenible. El objetivo de la política es transformar la realidad, convertir las utopías en realizables, y enfrentarse ante las injusticias.

Necesitamos un líder que encabece esta revolución de indignados, que se ponga al frente de las demandas sociales, que le diga a Europa que está perdiendo su identidad, que se enfrente a las exigencias de poderes no democráticos, que ya está bien de que Moody´s indique lo que deben hacer los gobiernos, que no se pueden aceptar indecencias de salarios de diez millones de euros propuestos por Rodrigo Rato, que es imposible y mentira que Grecia pague la deuda y sólo sirve para hinchar más la avaricia, que no se puede soportar el juego del casino europeo entre bolsas y bancos asfixiando a países como Portugal, que no se está dispuesto a romper el Estado de Bienestar para contentar a los especuladores, que esta situación no se debe repetir porque se pondrán medidas y sanciones contra los estafadores, que la economía actual es un verdadero fracaso porque a pesar del crecimiento vivido aumenta la pobreza en el mundo, que es injusto hablar de “satisfacer a los mercados y darles confianza”, que no se va a permitir más recortes para “calmar a los mercados” cuya avaricia parece no tener límites.

Necesitamos a alguien que se plante en el FMI, el Banco Central y susodichas instituciones para decir que ha vuelto la Política. Un líder y un discurso político frente a estrategas electorales. ¿Ridículo y utópico? Pues que digan si lo que estamos viviendo cada día hablando de “mercados”, Agencia Moody´s, bolsas y déficit, como si se trataran de realidades tangibles no resulta bochornoso. Además es injusto.