Votando sobre una proposición a la vez inútil y tramposa de Rosa Díez, no hay que olvidar que siempre tendrá Rosa Díez cuentas que ajustar con el PSOE, los socialistas del PSOE y del PSC se han separado. La raíz de esta separación está en el malestar creciente en las filas del PSOE por la actitud del PSC sobre “el derecho a decidir”. Voces, que yo considero autorizadas a la vez por su experiencia y su coherencia, han llegado a pedir, por no decir clamar, para que se constituya un PSOE en Cataluña, con las siglas españolas claro está. Desde luego, es una perspectiva que no se debe rechazar. ¿Pero, es buena?
Ahí está el problema. Creo que si fuese perfectamente ajustada a todas las exigencias de una política socialista en España, desde hace tiempo se hubiera realizado. Sinteticemos.
El PSOE tenía históricamente, desde siempre, problemas serios de implantación en Cataluña hasta que llegaron los años de la Renovación y de la Transición. El impulso del momento permitió que en torno al Partido Obrero más anciano de España se agrupasen todos los núcleos, más o menos importantes, que habían surgido en los últimos años de la Dictadura y en los primeros meses de la Democracia. Poco a poco todos fueron absorbidos por el PSOE, que ansiaba ser la “Casa común” de la izquierda. Quedó un problema: el del PSC de orígenes variados, a la vez nacionalistas y españolitas. Se articuló como Partido de los Socialistas de Cataluña, aunque mejor hubiera sido decir “en Cataluña” denominación correcta por ser integradora. Desde el primer momento se planteó el problema de su articulación con el PSOE decía el PSC, en el PSOE contestaba el PSOE. Tal diferencia de una preposición de tres letras resumía el problema. Y no hubo acuerdo. Entonces se estableció un modus vivendi que funcionó durante décadas gracias a la habilidad, a la prudencia y a la inteligencia política de los dirigentes de ambos partidos. Al margen de ello quedaba una insistente realidad electoral: el PSOE cosechaba en las elecciones generales en Cataluña más votos que el PSC en sus elecciones autonómicas. Y esto es uno de los gérmenes de la idea de una Federación propia del PSOE en Cataluña.
Abandonemos este aspecto histórico para ir al terreno de las ideas políticas, o para ser menos ambicioso, de las estrategias políticas.
El socialismo, por esencia, no gusta de las fronteras. No concibe como se pueden separar los intereses sociales según se viva en un lugar o en otro. Pero también, la introducción en sus programas de la democracia local, de la autogestión le lleva en España, muy diferente es la situación por razones históricas en Francia por ejemplo, a tener un ideal federalista para la construcción territorial de España y lógicamente para su propia arquitectura. Es federalista. Su Comisión Ejecutiva es Federal. Su Comité Federal se llama así desde 1976, antes era ¡Comité Nacional! Vivimos en un país cuya denominación “España” aparece por primera vez en una Constitución ¡en 1931! Vivimos en el país de los particularísimos exacerbados, de la autoridad local, enfrentada desde siempre a la nacional. El Partido Socialista desde 1976 ha vivido algunas consecuencias de esta situación. Pasó de la representación directa de las agrupaciones en los Congresos a la representación por Federaciones. Se llegó a decir que se podía en un salón reunir los 17 jefes de delegación de las federaciones para celebrar el Congreso. Se habló incluso de los “Reinos de Taifa”. El problema del federalismo siempre ha hurgado en sus contradicciones. En 1983 se celebró una Conferencia de Organización. En los textos de preparación se señalaba la contradicción de la construcción federal del partido con la práctica democrática de la circulación de las ideas y de su representación. Se señalaba que era necesario establecer vías transversales de difusión de las ideas, para que no estuviesen delimitadas por las fronteras de las Federaciones en las Autonomías. Por eso se instauraron las corrientes opinión, que realmente han fracasado, porque el pensamiento político español sigue siendo “local”. Un ejemplo: en el último congreso del PSOE celebrado en Sevilla el cien por cien de los delegados de Cataluña votaron como un solo hombre por su candidata Carmen Chacón. ¿No tenía en Cataluña ningún partidario Alfredo Pérez Rubalcaba?
Los socialistas son federalistas, pero cuando aplican el federalismo su práctica rompe con la sana democracia interna y se olvida el interés común. La convicción federalista debería llevarlos a aceptar el PSC tal y como es en Cataluña. Ahora bien, ¿es lógico que un Partido representado en el Comité Federal de otro tenga un Grupo Parlamentario propio, con todas sus consecuencias? A contrario. ¿No es normal que el PSC, representante legitimo de los electores socialistas en Cataluña, tenga el derecho de decidir sobre los problemas que atañan a su sociedad? Son preguntas que no han encontrado respuestas y que corresponden, dentro del PSOE, al mismo problema que plantea el independentismo en el ámbito nacional.
¿Es la solución correcta ir a la creación de una Federación en Cataluña del PSOE y pensar que la futura coalición de ese PSOE catalán y del PSC en el territorio de la Generalitat resolverá los problemas para poder acceder al poder, además con nuestro sistema electoral? La experiencia demuestra que las formaciones políticas que nacen de las escisiones no llegan casi nunca a entenderse. Sus relaciones son peores que con las fuerzas centristas o de derechas. Las rupturas en la familia dan como fruto más odio que colaboración. La creación de una Federación catalana del PSOE sería volver a los baches históricos que siempre encontró el PSOE en esa nacionalidad. Pero esto concierne tanto al PSC como al PSOE. No debe servir de coartada al primero. Entonces, no queda más solución que volver a discutir de las mutuas relaciones. En una palabra, tener un espíritu realmente federalista, tanto desde las otras partes de España como desde Cataluña.