En mi experiencia tropecé centenares de veces con tales dificultades, sea ante un feto o un niño. Pero nunca de idéntica manera. Cada caso era particular y la expresión del amor de los padres hacia su niño, me parece esencial aceptar este presupuesto, era tan diferente como pueden serlo los seres humanos. En la aventura que he contado la justicia no había resuelto en absoluto el problema. Me había delegado la responsabilidad, y yo decidí pensando que las razones de una madre eran superiores a las de un padre. Seguramente no hubiera llegado hasta la operación de haberse opuesto a ella la madre. En efecto, tengo la convicción que el amor de los padres es condición absolutamente necesaria para que un feto con malformación importante pueda ser eficazmente acompañado en su vida llena de escollos. Mucho más importante que los progresos de la medicina, aunque sean muchos. Para que este amor se manifieste, con la empatía y la sinceridad que la difícil situación exige, se debe ser libre antes que todo. La imposición legal, más que legal confesional, solo lleva a dramas que pueden destruir la familia sin ayudar al niño.
Lo que el acontecimiento que he relatado me demostró es que el deber de la Justicia es únicamente no cerrar las opciones, proporcionar libertad a los padres, que, una vez informados, acompañados por el médico responsable, puedan decidir libremente. La Ley no puede, en ningún caso, sustituir a los deseos de los padres ante las perspectivas que plantean las malformaciones fetales. El aborto no puede ser obligatorio, no estamos en China, pero tampoco puede estar prohibido.
Prohibir el aborto ante una grave malformación fetal y transformarlo en un delito es más criminal que lo que se propone impedir. Por eso afirmo que el ministro de la Justicia, el señor Gallardón, no sabe de qué habla. Esto es muy grave, pero lo sería mucho más si decidiese con pleno conocimiento de causa. Entonces sería mucho más que un error. Sería una imposición fundamentalista a la sociedad. Entonces podríamos llegar en lo sucesivo a la restauración de la Inclusa y hasta la legalización de los robos de niños, como antaño fue realidad en nuestro país.