Según un reciente informe de la OCDE, en España el salario real medio ha descendido un 4% en 10 años.
La noticia sólo habrá sorprendido a quienes ignoren o conozcan de manera superficial algunas de las claves del “milagro” económico de nuestro país. Pero para quienes, como los sindicatos, tienen la obligación de buscarle explicación y soluciones a lo que pasa con los salarios, la noticia no ha hecho más que confirmar su denuncia del modelo productivo y de competencia por el que han apostado nuestros gobiernos –el anterior y el actual– y, por supuesto, buena parte de los empresarios.
Aquí hace años que se han potenciado negocios de mano de obra barata. Y la abundancia de mano de obra barata ha servido para desarrollar y hacer crecer esos negocios. Un círculo que ha permitido crear muchos puestos de trabajo a costa de empleo precario, de hundir la productividad y el salario medio, así como de otro montón de efectos nada estimulantes, de los que el informe de la OCDE sólo cita una parte. Por eso no se ha tomado en serio, por ejemplo, el freno a la inmigración irregular e incluso al día de hoy se están buscando nuevos filones de mano de obra barata entre personal extranjero cualificado, en previsión de un cambio de rumbo de la economía.
Todo ello compatible con dos millones de parados.
Los sindicatos consiguen, a través de los convenios colectivos, que cada año se mejore algo el poder adquisitivo de los salarios. Pero no está en sus manos cambiar el modelo productivo, ordenar la inmigración para evitar la sobreexplotación que sufren los inmigrantes y, en suma, impedir la aparente paradoja de que los convenios colectivos mejoren el poder adquisitivo a la par de que el salario medio desciende.
En resumen, nuestro modelo productivo ha potenciado la desigualdad. Que tomen nota los responsables.