Esta vez decide posponer la decisión de quién será el candidato del Partido Popular a las elecciones Europeas hasta agotar el plazo disponible para hacer pública la designación. Mantiene su silencio, mientras deja que se levanten rumores y testa el proceder de la opinión pública ante unas y otras opciones: que si Cañete, que es el de perfil más europeo y está de moda dentro del PP; que si García-Margallo, que aunque ahora está en auge por sus salidas del tiesto tal vez sea una rocambolesca opción para encabezar una lista; que si su segundo en la cartera de Exteriores, Iñigo Méndez de Vigo, un discreto hombre de perfil y pose muy del PP, con peinado engominado incluido, y aún indemne al desgaste de la prensa y la ciudadanía más crítica; que si Ana Mato, que es discreta y es mujer como su rival de izquierdas… Nombres que van y vienen, mientras los medios afines a la derecha auguran que Valenciano se va a desgastar por no tener a quien “golpear”. Habrá que hacer un esfuerzo por recordarles de qué se trata esto de la democracia. Lo interesante antes de una campaña electoral es dar a la gente la opción de conocer a quién pueden elegir –o no— votar. Es lo que suele llamarse “precampaña”. Lo de poner a alguien a dedo deprisa y corriendo para evitar que se someta a la crítica de los que quieren saber qué ofrece el candidato, no parece ir acorde con el sentimiento democrático que deberían suponer unas elecciones. El pueblo merece conocer a la persona que tal vez le represente en Europa, y el debate entre los elegidos como cabeza de lista por los partidos ha de ser una referencia más para mantener la salud de la democracia.

No creo que Elena Valenciano se desgaste por no tener nombre de oponente al que hacer frente. Desgraciadamente el “enemigo” va más allá de unas caras concretas. Hablamos de un partido en bloque que desde que llegó al Gobierno ha ido hipotecando a España por el bien de los dichosos dictados de la economía y la imposición de austeridad de Europa, olvidando que son las familias las que más allá de las grandes cifras pasan penurias en este reino llamado España. Valenciano tiene trabajo suficiente con solo someter a debate cada decisión que desde el Gobierno del Señor Rajoy sale a la palestra. Ahora tenemos, como ejemplo, al Comité de Sabios. Unos individuos elegidos a dedo –que el dedo está de moda— con una ideología determinada –y bastante evidente— que aseguran que para “salvar” a España hay que seguir apretando a las clases más bajas y beneficiando a las más altas, pues la reforma de los tipos, de la tributación del ahorro y de la vivienda, por ejemplo, les favorecería a ellas en detrimento de los que menos tienen.

Llegará abril y Rajoy nos presentará un candidato, que tal vez aparente frescura porque se habrá ahorrado la precampaña, y con ella, habrá negado a los españoles la posibilidad de conocerle. Confía en que para entonces, la candidata socialista esté quemada, y se olvida de que tal vez el pueblo, ese al que considera un mero instrumento para ganar las elecciones, pide más que nunca un esfuerzo democrático que nos devuelva la fe en el sistema.

Se habla de desafección hacia la política y los políticos y, con tanto secretismo, el PP lo que consigue es demostrar que no todos los políticos son iguales: los hay quienes dan la cara y se someten a exponer públicamente su manera de trabajar, por demostrar qué pueden aportar en aquello para lo que piden nuestros votos.

Cansados estamos los españoles de recordar que la “herencia recibida” fue tan mala que el Gobierno solo ha podido cargarse el Estado de Bienestar –diga lo que diga el Señor Rajoy— para solucionarlo. Cansados porque si bien los mejores expertos en manipulación defienden que una mentira repetida mil veces se convierte en verdad, lo cierto es que, cuando se repite un millón empieza a caerse a trozos si no tiene puntales que la sujeten. Es el caso del manido discurso de estos señores que mandan y recortan y recortan y recortan, a la vez que suben impuestos. Se autoproclaman salvadores a costa de su mano dura y pobres resignados a la par que héroes que, ante la gravedad del asunto, sólo han podido gravar para reducir el déficit (perdonen el juego de palabras).

Imagino que a las Empresas del IBEX 35, esas que han ganado la friolera de 20.000 millones de euros en 2013, el discurso puede parecerles admisible. Sólo cuatro de las grandes cotizadas sufrieron pérdidas en el último ejercicio. Sin embargo, el paro registrado en España ha llegado a cifras récord nada agradables y el número de familias pobres pese a tener un trabajo se ha disparado. Será que algo falla en esa ebullición económica macro, que se está llevando por delante lo micro y, de paso, a los españoles.

En medio de tanta verdad a medias (o mentiras si nos saltamos el eufemismo), se va Esperanza Aguirre a Londres a dar un discurso en medio de la Cámara de los Lores en un inglés mucho más fino que el de Ana Botella, pero lleno de curiosidades. Va y dice Aguirre que lo interesante de la política inglesa es que la gente allí no consiente que sus políticos mientan. ¿Insinúa acaso que en España consentimos que nuestros políticos nos mientan?, ¿está acusando a nuestros políticos de mentirosos con tal insinuación? Lo mejor sería preguntarle a Federico Trillo, o ponerlo a modo de ejemplo, que para algo fue quien acompañó a la lideresa de los populares madrileños a este solemne acto que tanto la congratula. Le podemos preguntar por eso, y por cómo gestionó cuando era Ministro de Defensa el asunto del accidente del Yak-42 en Turquía. Un accidente aéreo que causó la muerte a 62 militares españoles y el resto de miembros de la tripulación, y que se vio envuelto en polémica por la falta de transparencia en la información facilitada por Trillo sobre las causas y circunstancias que rodearon la tragedia. O mejor no le preguntamos, porque hay veces que la evidencia es suficiente. Mejor animemos a Rajoy a elegir un candidato para las elecciones europeas y confiemos en que pueda fluir la democracia, no lleguemos a emular a aquellas tómbolas en las que, a cambio de unos pocos euros, eliges a ciegas un sobre (prometo que no va con segundas) y, bajo la promesa de premio asegurado, te encuentras la sorpresa al abrirlo. ¡Quién sabe!, tal vez en el de Rajoy encontremos a Rita Barberá…