En Valencia se acaba de estrenar la obra de Alberto San Juan sobre las declaraciones reales de Luis Bárcenas ante el juez Ruz. Una magnífica obra interpretada magistralmente por Pedro Casablanc y Manolo Solo. Lo más espeluznante es que todo lo que decían los actores era verdad, no es ficción teatral, es la representación de la corrupción en España.
Posteriormente se realizó en el mismo teatro un debate sobre la corrupción al que asistieron todos los partidos políticos menos el PP (como suele suceder siempre). Un debate en pleno proceso de todos los casos que inundan la Comunidad Valenciana y que ya resulta imposible mencionarlos: desde Gürtel con Camps, hasta Castedo y Ortiz, o Rus contando billetes. De Norte a Sur y de la costa al interior.
Todos los partidos se esforzaron en presentar medidas para prevenir la corrupción y para combatirla posteriormente. La buena voluntad de los que allí estaban es indudable, así como el esfuerzo de muchos de ellos que están peleando para sacar a la luz tantas mentiras, engaños y corrupción como se ha asentado en Valencia. Cualquier partido puede tener corruptos en sus filas y nadie representa la “pureza” inmutable, así que bien está que se regule, modifique y refuerce el sistema democrático.
Pero, lo ocurrido en España no es normal. No son sólo los regalos o las comisiones o los hoteles de lujo. El entramado tiene otras características.
En primer lugar, lo ocurrido en el PP no son casos aislados. El entramado de corrupción se ha extendido por toda España, desde autonomías a municipios, de una forma bien organizada.
En segundo lugar, para que todo el mundo callara y silenciara lo que pudiera ver, se necesitaba que los sobres, los regalos, los favores, los puestos a familiares, los cargos, etc, corrieran de arriba abajo.
En tercer lugar, no todas las empresas participaban del entramado. Hace muchos años que en la Comunidad Valenciana no hay libertad de concurrencia pública. Sino que están las empresas amigas, como Sedesa u Ortiz, algunas de ellas se han hecho “grandes” bajo el mandato del PP saliendo apenas de la nada.
En cuarto lugar, era necesario crear un imaginario colectivo que transmitiera que el PP era poderoso, invencible, el mejor, los triunfadores que inspiraban confianza y seguridad. Y eso se hizo con campañas ilimitadas económicamente: crear una imagen de poderío absolutamente falaz que nos ha llenado de deudas pero que embobaba a la gente en general.
Y, por último, no es normal en una sociedad democrática que sigan al frente del Gobierno las mismas personas que están siendo investigadas por corrupción y financiación ilegal, por cobrar sobres en negro, por cuentas en B, por nepotismo y por un posible entramado organizativo delictivo.
Deberíamos volver la vista atrás, a una de las escenas que este país ha vivido y que, en mi opinión, es de una obscenidad sin nombre, y que nunca ha sido suficientemente criticada ni investigada: la boda de la hija de Aznar.
Aquel 5 de noviembre del 2002 se produjo un espectáculo abominable en una sociedad democrática, tanto en la forma como en el fondo, es decir, en lo que vimos como en lo que no sabemos. Y ahora, después de haber cambiado la sociedad, indignada por la grave crisis que vivimos, y cuando el PP se derrumba en medio de su porquería, habría que preguntarse de nuevo: ¿fue normal que un presidente del Gobierno, elegido democráticamente, casara a su hija como una “princesa”, con toda clase de lujos, mediáticamente impresionante, y con toda la estructura de poder (política, económica, y mediática) a sus pies?
Pero entonces sólo se llenaban las páginas de las revistas con la despedida de soltera, con las fotos de los amigos, con los regalos recibidos, con el magnífico Escorial, y un largo etcétera.
Lo que se vio, en mi opinión, ya era indecencia pura. Pero, ¿cómo se pagó? Dijo entonces el vicepresidente del Gobierno, Mariano Rajoy (el que hoy como presidente se fuma un puro) que no les costó un euro a los españoles. Eso no se lo cree ni él. O directamente o indirectamente a través de la trama corrupta o de los favores de empresarios amigos o de sobres que circulan o de regalos a cambio de contratos, …esa boda fue la alianza del PP con muchos de los que allí asistieron, desde imputados al entramado.
Algunos gastos de los que se rumorea se pueden encontrar en diferentes fuentes mediáticas: el anillo de pedida (12.000), la despedida de solteros (42.000), almuerzo previo a algunos invitados (3.500), la finca de la boda que cuesta 6.000 euros el día de alquiler (pero que salió gratis según atestiguan), las carpas (9.600), mobiliario, calefacción, adornos, menú, bebida, fiesta, regalos, transporte, … ¡¡¡¡¡para 1.100 invitados!!!!
Lo que aquella boda costó a los españoles ya lo estamos viendo ahora: la degradación moral de un partido político cuya estructura está probablemente corrupta.