Muchos conductores madrileños comentan divertidos en estos días el espectáculo que se produce cada jornada en los túneles de la M-30. La gran mayoría circula por los tramos al aire libre de la circunvalación a una velocidad superior a la permitida. Lo mismo ocurre en las carreteras nacionales que desembocan en esta vía. Sin embargo, al penetrar en el túnel la casi totalidad de los vehículos desaceleran de forma drástica y mantienen un paso singularmente lento, siempre por debajo de los 70 kilómetros por hora. ¿Se trata de una concienciación especial sobre los riesgos de circular demasiado rápido en un túnel? No. Se trata de las multas. Desde la apertura de estos túneles, una empresa privada se encarga de “cazar” eficazmente cada día con sus radares a cientos de conductores que se saltan los límites de velocidad. Cada infracción supone 90 euros. Esto es lo que funciona.

Los daños que año a año ocasiona la inseguridad vial en nuestra sociedad son gravísimos. A los miles muertos deben añadirse las decenas de miles de heridos de consideración, muchos de ellos con taras y discapacidades que arrastran durante toda la vida. Y si miramos más allá de las consecuencias sobre los seres humanos, podemos analizar costes económicos y sociales de extraordinaria dimensión también. Hay que felicitarse, por tanto, por los significativos avances logrados en los últimos meses. Y hay que perseverar en las inversiones para corregir los llamados TCA (tramos de concentración de accidentes), hay que seguir estimulando la evolución tecnológica para la seguridad de los pasajeros, hay que mantener la guardia alta con las campañas de sensibilización y de educación vial…

Pero, sobre todo, hay que enfatizar la labor que ofrece un resultado más directo y eficaz. La estrategia del “palo y tentetieso”. Más radares, más controles, más vigilancia, más multas, más retiradas de carnet, más penas al infractor… Las llamadas a la conciencia son interesantes para combatir la relajación al volante y para prevenir accidentes. Los golpes sobre la cartera son letales. Y el riesgo de perder el carnet de conducir y quedar varado sin coche es una pesadilla para la mayoría. Esto es lo que estimula realmente para levantar el pie del acelerador, para no tomar esa última copa antes de conducir, para ponerte el cinturón o el casco, para no adelantar indebidamente, para no saltarte el stop…

Si este es el camino, perseveremos.