Más allá del cotilleo que de forma habitual acompaña al ser humano, ninguno de los dos debería ser eso que en periodismo se denomina “hecho noticioso”. Sin embargo las portadas han ocupado la foto de Hollande saliendo en moto a lo latin lover, de un supuesto nido clandestino de amor, y pocas han hablado del giro de sus políticas hacia la derecha. Unas políticas que a grosso modo representaban a la izquierda en Europa y que se desligan de sus ideales para unirse a la ola conservadora que arrasa el viejo continente y a esos dichosos recortes que una vez más, con la excusa de reducir el desempleo, azota a las clases medias. Y digo con la excusa de reducir al desempleo, porque aun estamos esperando a que las políticas basadas en la reducción del gasto público genere realmente resultados positivos en la creación de empleo de calidad (que los adjetivos importan), mientras los datos muestran que sí ayudan a aumentar las desigualdades. Pero da igual. El giro pasa inadvertido y nadie rinde cuentas a un Hollande que sí es puesto en la picota por la disyuntiva que plantean los periodistas de si ser fiel o no a su novia de turno, puede traducirse en falta de la lealtad a los ciudadanos en un futuro. Pocos son los que observan que la lealtad ya se ha roto al romper el compromiso electoral, que pese a que estemos acostumbrados a que estas palabras “compromiso electoral” estén vacías de significado y puedan ir y venir al antojo de los gobiernos de turno, significa la base de la democracia, esa que está en peligro para algunos por la fractura social de aquellos que salen a la calle y exigen a los que mandan que cumplan con lo que prometen. Paradojas del sistema.
Pero “no adelantemos acontecimientos”, como ha dicho Rajoy en sus últimas declaraciones a los medios, donde ha gritado a los cuatro vientos con aire orwelliano, que la guerra ha terminado y la crisis nos cierra la puerta. Puede que Hollande, si pide perdón y renuncia a su lujuria pasajera, sea fiel y de nuevo buen político. Da igual lo que él, o cualquiera que esté en el poder, modifique en sus promesas electorales una vez conseguido el cargo. Los resultados parecen no importar. Si no, nadie hubiera consentido que en una entrevista a un presidente que habla del fin de la crisis en España–vuelvo con Rajoy—hubiera pasado inadvertido preguntarle, por ejemplo, por un dato cuanto menos grave y preocupante: eso que llaman “pobreza energética”. Y es que según el último informe de la Cruz Roja, la mitad de las personas mayores la padecen. Lo que no significa otra cosa, que nuestros mayores pasan frío porque no tienen dinero para pagar la calefacción. Imagino que ellos sí siguen en las trincheras de la crisis, aunque Rajoy ya hable en pasado. Una metáfora que sin embargo, en esta ocasión, puede ser más que acertada, porque seguro que algunos de esos abuelos que ahora no pueden calentarse, recuerdan el frío que ya pasaron en su infancia, en la posguerra, en una España que parecía peor, y que creían haber enterrado y que, sin embargo, les vuelve a la memoria de la mano de una pobreza invisible para muchos, que digan lo que digan, se ha instaurado en pos de una creación de empleo que, al menos en España, no se ha consumado. Digan lo que digan las cifras macroeconómicas (que de una en una son mejores que en su conjunto y con explicación) detrás de la crisis están las personas. Al parado le da igual que Rajoy opine que la crisis se ha ido por la puerta grande, porque por esa misma puerta se han ido las ilusiones, los proyectos de vida, y la dignidad de muchos. Esperemos que alguien se dé cuenta de ello y, puestos a ser solidarios con nuestros vecinos, que sus periodistas, aquellos que una vez fueron el quinto poder, pregunten por los asuntos que realmente atañen a la política y denuncien públicamente la falta de compromiso de los que llegan a mandar a la hora de cumplir con lo prometido a sus votantes y exijan responsabilidades porque a mí, como ciudadana me da igual si alguien le es fiel o no a su pareja. Me preocupa que nos mientan los partidos políticos para ser elegidos –no todo vale para ganar—o que se mantengan en el poder inútiles incapaces de gestionar según dijeron que lo harían. Echo en falta periodistas responsables que no se pierdan tras cortinas de humo y dejen los tema de cama para las crónicas rosas, si es que hay público que encuentra a Hollande y sus romances, algún tipo de interés. Yo, personalmente, prefiero que hablen de Clooney.