La pobreza y la exclusión social aumentan en la sociedad española al mismo ritmo que la concentración de la riqueza en una elite social, política y económica que ve la crisis no solo como algo lejano, sino como una consecuencia, dentro de su enfoque darwinista, que les pasa a las personas que ellos consideran que se lo merecen. La desigualdad creciente que genera este planteamiento, que no entiende que la desigualdad es una construcción humana que como tal el ser humano que la creó puede acabar con ella, demuestra que vivimos en una sociedad cada vez más enferma, que a su vez hace enfermar de desigualdad a un número cada vez mayor de ciudadanos.
A pesar de los fuegos artificiales que provocan las cifras y la propaganda, ¿hay más riesgo de pobreza ahora que antes? ¿Hay más pobres? ¿Hay más excluidos? La respuesta la podemos encontrar en las calles y también en la Encuesta de Condiciones de Vida que publicó el Instituto Nacional de Estadística (INE) recientemente, aunque se realizó en 2014 sobre datos de 2013. Lo que significa que la situación puede ser ahora mucho peor.
Con esos datos, el riesgo de pobreza de la población española se encuentra en el 22,2 por ciento, cuando era del 20,7 con datos de 2009. ¿Es esto grave? Mucho, pero si nos centramos en el indicador AROPE de riesgo de pobreza o exclusión social es todavía más dramático el sufrimiento y las carencias severas que están sufriendo millones de españoles.
El indicador AROPEes un indicador agregado que combina tres conceptos: el riesgo de pobreza, la carencia material y la baja intensidad en el empleo. Se define la población en riesgo de pobreza o exclusión social como aquella que está al menos en alguna de estas tres situaciones:
– En riesgo de pobreza (ingresos por unidad de consumo por debajo del 60 por ciento de la mediana). Se construye con los ingresos del año anterior.
– En carencia material severa (con carencia en al menos cuatro conceptos de una lista de nueve). Los nueve conceptos considerados son: 1.-No puede permitirse ir de vacaciones al menos una semana al año. 2.-No puede permitirse una comida de carne, pollo o pescado al menos cada dos días. 3.-No puede permitirse mantener la vivienda con una temperatura adecuada. 4.-No tiene capacidad para afrontar gastos imprevistos (de 650 euros). 5- Ha tenido retrasos en el pago de gastos relacionados con la vivienda principal (hipoteca o alquiler, recibos de gas, comunidad…) o en compras a plazos en los últimos 12 meses. 6- No puede permitirse disponer de un automóvil. 7- No puede permitirse disponer de teléfono. 8- No puede permitirse disponer de un televisor. 9- No puede permitirse disponer de una lavadora.
– En hogares sin empleo o con baja intensidad en el empleo (hogares en los que sus miembros en edad de trabajar lo hicieron menos del 20 por ciento del total de su potencial de trabajo durante el año de referencia de los ingresos, es decir, el año anterior a la entrevista).
Pues bien, en esta última Encuesta de Condiciones de Vida, el indicador AROPE de riesgo de pobreza o exclusión social se situó en el 29,2 por ciento de la población residente en España, frente al 24,7 por ciento registrado en el año 2009. Pero con especial incidencia en hogares conniños, donde concretamente en los hogares con un adulto con uno o más niños dependientes el porcentaje se sitúa en el 53,3 por ciento de la población residente en España; en los hogares con dos adultos con uno o más niños dependientes están en el 30,5 por ciento; y en otros hogares con niños dependientes se sitúan en el 38,6 por ciento.
Esta situación es insostenible, porque aunque afecta de manera especial a las familias con niños, entendiendo por niños dependientes a todos los menores de 18 años y a las personas de 18 a 24 años económicamente inactivas para las que al menos uno de sus padres es miembro del hogar, también la sufren hogares sin niños en porcentajes menores pero inasumibles en una sociedad democrática. Concretamente los hogares sin niños presentan porcentajes entre el 22 por ciento y el 27,1 por ciento.
Ante esta realidad, que no tiene tiempo de espera porque afecta al presente y futuro de las personas y esencialmente a los niños, es vital que en un momento político donde se están conformando los futuros gobierno de muchas comunidades autónomas y ayuntamientos, esta cuestión ocupe un lugar central. En quince días, es obligado moral y políticamenteque esos nuevos gobiernos establezcan planes de emergencia social dotados económicamente para que una luz de esperanza recorra todas las calles de España y la vida de millones de personas. No se puede esperar, es urgente combatir las carencias severas porque acaba el curso escolar y es en los centros donde muchos niños realizan sus únicas comidas del día.
Seguro que los nuevos gobiernos están a la altura de la emergencia social que existe. La medicina es el compromiso y la acción. En quince días lo vemos.