En los asuntos debatidos lo ideal hubiera sido que el PSOE se hubiera adelantado, manteniendo una mayor capacidad de liderazgo y protagonismo en dos cuestiones que resultan plenamente concordantes con sus planteamientos de base, ante los que la opinión pública está muy sensibilizada.

La petición de que el Presidente del Gobierno comparezca ante el Parlamento para explicar la situación económica y para presentar y debatir las políticas ante la crisis, debería haber sido una iniciativa socialista, como expresión de la voluntad de hacer frente a los riesgos e incertidumbres económicas con empuje, eficacia y voluntad de debate y consenso con las demás fuerzas políticas, ya que estamos ante un problema de gran alcance y de interés general.

La iniciativa de subir las pensiones de jubilación mas bajas, planteada por CIU, también debería haber sido una propuesta protagonizada por el PSOE, pero solo por tratarse de un asunto mas próximo a una sensibilidad socialdemócrata, sino también por razones objetivas: es decir, por la injusta insuficiencia de algunas pensiones en un país que ya ha superado el promedio de riqueza de la Unión Europea y que ha alcanzado una renta per capita superior a los 33.000 dólares. Cifras que hace pocos años parecían inimaginables.

En este contexto es evidente que resulta totalmente injusto que un país próspero prácticamente la mitad de los mayores de 65 años tenga ingresos por debajo del nivel de la pobreza. Lo cual está repercutiendo en las altas tasas de pobreza que se registran en España (algo más del 19%) en comparación con otros países europeos que están en el 11% o el 12%.

Lo lógico, lo que mucha gente espera, es que durante un periodo de gestión socialista estas tasas de pobreza se reduzcan, y no permanezcan prácticamente estancadas, como está ocurriendo, y para eso son fundamentales iniciativas de subidas de las pensiones más bajas y políticas mas ambiciosas de apoyo a las familias. Por supuesto, algunos pensamos que destinar recursos a estos fines es mucho más apropiado y necesario – también económicamente – que la famosa oferta electoral de la devolución universal de 400 euros, por no hablar de otras medidas fiscales.