Para edulcorar este mal dato, los portavoces oficiales y oficiosos del ejecutivo se afanan en destacar que la tasa interanual de desempleo ha bajado, es decir que hay menos parados registrados en octubre de 2012 que en octubre de 2013. Para ser exactos, hay 22.000 desempleados menos apuntados ahora en las listas del paro que hace un año, lo que siendo positivo no deja de ser una variación de carácter marginal. Los desempleados registrados superan el número de cuatro millones ochocientos mil, tanto hoy como hace un año. Y en cualquier caso esta disminución en términos interanuales no se debe en ningún caso al dato de octubre, que es peor que el de los meses anteriores.
En realidad, que haya menos ciudadanos apuntados en el servicio público de búsqueda de empleo que hace doce meses no significa que todos ellos hayan encontrado trabajo, pues los parados pueden pasar fácilmente a la población inactiva si se desaniman ante la falta de oportunidades laborales. La finalización de las prestaciones y la no renovación como demandante de empleo puede fácilmente reducir las estadísticas de desempleo sin que haya aumentado realmente la ocupación.
La tasa de desempleo, ya sea medida por el paro registrado o por la encuesta de población activa, debe analizarse siempre junto con la tasa de actividad, y la de ocupación, que es la que refleja si aumenta o disminuye la población mayor de 16 años empleada. La Encuesta de Población Activa del tercer trimestre sí que arrojó un dato positivo en materia de ocupación de unos 40.000 empleados más, pero en cambio el desempleo bajó en unos 73.000 y los activos se redujeron en 33.000, colocando la tasa de actividad por debajo del 60 por ciento, una de las más bajas de la Unión Europea. Dicho de otro modo, el empleo aumentó menos que el descenso del empleo, mientras que aumentaron los inactivos. Parece pues razonable asumir que una porción significativa de los desempleados están pasando a la población inactiva, es decir, aquella que no está ni empleada ni en situación de búsqueda de empleo.
La cifra negativa publicada por el Ministerio de Trabajo el 5 de noviembre de 2013 bien pudiera ser coyuntural. Pero lo que debe tenerse en cuenta es que del mismo modo que un dato adverso un mes no significa que el siguiente vaya a ser también malo, no cabe tampoco inferir el inicio de una sólida recuperación económica porque el Producto Interior Bruto crezca un 0,1 por ciento durante un trimestre.
De hecho, ante la falta de estímulos a la economía en una situación de crisis de la demanda agregada, y con el sector exterior como único motor del crecimiento económico, dada la atonía del consumo que se refleja incluso en caídas del índice de precios al consumo, más bien parece que nos encontramos en un período de estancamiento en el que se pueden alternar meses y trimestres con datos marginalmente positivos o negativos sin una tendencia clara hacia la recuperación. En una situación de pleno empleo el estancamiento no sería tan grave, pero con un paro del 26 por ciento es imprescindible activar el resto de variables fundamentales de la ecuación, tales como la inversión pública y el consumo privado para generar una tasa de crecimiento sostenida en el tiempo que pueda proporcionar puestos de trabajo.