En su lugar pretendo aportar algunos datos que demuestran que no son ciertas las peyorativas aseveraciones de la Sra Merkel cuando, a mediados de mayo, cargó una vez más contra los países del sur de Europa asegurando que en estos países se trabajaba menos, que sus ciudadanos disfrutaban de muchas más vacaciones que en Alemania y que se jubilaban antes.

Últimamente, Alemania (más bien su actual Gobierno) la ha tomado con la Europa del sur. Cuando no es por los déficit y las deudas públicas y privadas es por el pepino, la indolencia laboral o los bajos impuestos. Significativamente de este último punto, que es donde más razón tiene, nadie parece darse por enterado: en todo caso se utiliza para, aprovechando la ocasión, decir que hay que subir los impuestos indirectos. El caso es que Alemania se ha erigido en víctima del euro cuando es su principal beneficiaria; explica los rescates a Grecia o a otros países como si fueran donaciones alemanas y no préstamos con intereses de usura; perjudica a los agricultores del sur cuando el problema del e-coli tiene todas las trazas de haberse producido en suelo alemán; con la imposición de sus políticas a los países periféricos degrada las condiciones sociales de éstos para así mejor atraer hacia su país los profesionales (ingenieros, médicos, arquitectos, etc) de esos países. Intenta de esta manera contrarrestar la baja tasa de natalidad alemana, la oposición de una gran parte del electorado alemán a la apertura de sus fronteras a la inmigración no cristiana y el propio éxodo de sus cerebros tras el ajuste salarial de la última década.

Alemania cabalga sola. Es la tesis que bastantes editoriales y artículos han defendido en las últimas semanas en la prensa europea. Por su drástica decisión de acabar con la energía nuclear en una docena de años, sin consultar ni preocuparse de las repercusiones que ello tendrá en sus países vecinos y en el conjunto de la UE. Pero también por otras varias decisiones, como su descuelgue de la política europea contra el régimen de Gaddafi. Alemania parece haber olvidado, también en el tratamiento que está llevando a cabo con respecto a la crisis del euro, lo que proclamaba con urgencia uno de sus intelectuales más conocidos, Ulrich Beck, en uno de sus recientes artículos: Europa: cooperación o desaparición!

Contrariamente a lo que ha dicho la señora Merkel y al estereotipo imperante, las horas anuales de trabajo en Alemania son de las más bajas de la Unión Europea. Así, según los datos de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), la duración anual de trabajo era en 2009 netamente inferior en Alemania (1.390 horas de media) que la de España (1.654 horas), la de Portugal (1.719 horas) y no digamos la de Grecia (2.119 horas).

Además, Alemania es uno de los países donde más se ha reducido el volumen de horas trabajadas. Con la excepción de Japón, Alemania es la economía de la OCDE donde más se han reducido las horas trabajadas a lo largo de los años 1990 (incluso en los antiguos Länder), estancándose la bajada a partir de esa fecha. Tal reducción del volumen de horas de trabajo se ha traducido en un mayor número de empleados, gracias a la multiplicación de empleos a tiempo parcial y de seudo-empleos, cuyos destinatarios son principalmente las mujeres.

Es también curioso constatar que, a partir de los años 90, Alemania ha rebajado anualmente su tiempo de trabajo ¡tanto como Francia!, país al que muchos consideran campeón en la reducción del tiempo de trabajo. Es decir unas 100 horas al año. Con la diferencia de que, en el caso francés, tal reducción se explica en un 80% por la ley de 35 horas del año 2000, mientras que es el incremento del tiempo parcial el que explica el 80% de la reducción al otro lado del Rhin.

Tampoco es cierta la afirmación que hace la canciller Merkel al comparar las pensiones alemanas con las españolas griegas o portuguesas. Es cierto que Alemania ha aumentado su edad de jubilación hasta los 67 años (como España) mientras que los griegos y los portugueses la mantienen en 65 años. Pero el dato más relevante es que la edad efectiva media de jubilación es prácticamente la misma para los trabajadores alemanes (62,2 años), españoles (62,3), portugueses (62,6) o griegos (61,5) (de acuerdo con un estudio de la banca Natixis, basado en datos de la OCDE y de Eurostat)

Ese estudio de la banca de financiación y de inversión Natixis – cuyos datos aparecen en su publicación FLASH ÉCONOMIE, nº 401 de 30 de mayo de 2011 – llega a la conclusión de que los alemanes trabajan mucho menos (anualmente y a lo largo de la vida) que los europeos del sur y tampoco trabajan más intensamente. El estudio explica, además, la superior competitividad económica de Alemania se debía especialmente a) por una tasa de ahorro más elevada de las familias y de las empresas; b) por el esfuerzo de innovación: Alemania dedica el equivalente del 2,82% de su producto interior bruto, mientras que España o Portugal solamente el 1,3%. Además, en el primer caso mayoritariamente esa inversión es privada mientras que en el nuestro es militar. Por ejemplo, los alemanes registran 77 veces más patentes que los griegos; c) la especialización productiva, el peso de la industria y la cualificación de la mano de obra