Los clásicos decían que la “fortuna” hay que trabajársela, al tiempo que los especialistas contemporáneos en estrategia ponen el énfasis en la necesidad de programar bien las iniciativas políticas, no dejar muchos cabos sueltos y esmerarse en propiciar las condiciones más favorables. Pero, aún así, es inevitable que a veces cunda la sensación de que las cosas empiezan a torcerse, abriendo una dinámica de inter-influencias entre lo objetivo y lo subjetivo que pueden terminar por producir lo que en Sociología se conoce como “el efecto Thomas”, o la “profecía que tiende a cumplirse a sí misma”.
Algunas tendencias y hechos recientes en España apuntan a cambios conectados con estos trasuntos. Por ello, el error “entristecedor” de la dirección del PSOE en la noche electoral, la mala digestión de los resultados, la estimulación de impulsos cainistas y desenfocadamente inculpatorios y la apertura de un cierto proceso de “excepción” en el Partido Socialista Madrileño, con macro-gestora incluida, no barruntan nada bueno. La amplificación informativa interesada que ha hecho de algunas críticas y pronunciamientos puede estar transmitiendo a la opinión pública impresiones de nerviosismo, desorientación y una cierta improvisación oscilante, de forma que los aspectos más “tácticos” e internos de la política, incluidas las luchas por el poder, pueden acabar ocultando la naturaleza de los proyectos y propuestas que se plantean a la opinión pública de cara al futuro inmediato.
Por este camino el riesgo es que los ciudadanos acaben sin saber realmente cuáles son los proyectos ni la importancia que tienen. Posiblemente, esta desorientación fue lo que realmente influyó el 27 de mayo en algunos resultados adversos. De ahí la importancia de no seguir insistiendo en la misma dirección.