Este es el último capítulo de una serie de seis artículos sobre “Tendencias electorales en España”, contempladas desde la perspectiva de la campaña de las municipales y autonómicas.
Una de las conclusiones primordiales del análisis sobre lo ocurrido en los últimos meses es que la dura batalla emprendida contra el bipartidismo (relativo) existente en España se ha resuelto con un balance incierto; pero en cualquier caso bastante alejado de lo que pretendían –y anticipaban sociológicamente- poderosos medios de comunicación social.
De momento, y pese a la heterogeneidad de posiciones y candidaturas que suelen concurrir a las elecciones municipales, los dos principales partidos políticos españoles se han situado en un 57,6% en las elecciones autonómicas (incluidas las andaluzas) y un 52,1% en las elecciones municipales. En las autonómicas, en las que los partidos concurrían con sus propias siglas, los dos partidos emergentes, a los que se auguraban conjuntamente apoyos superiores al 45% del electorado, se han quedado en un modesto 24,6% agregado (vid. tabla 1).
TABLA 1. RESULTADOS DE LAS ELECCIONES MUNICIPALES Y AUTONÓMICAS 2015 (%)
Autonómicas (*) | Municipales | Pronóstico Encuesta TEMAS | Otros pronósticos | |||
PP | 29,9 | 57,6 | 27,05 | 52,1 | 26-27 | 34 |
PSOE | 27,7 | 25,05 | 27-28 | 21 | ||
Podemos | 14,7 | — | 21-22 | 24 (***) | ||
Ciudadanos | 9,9 | 6,55 | 10-11 | 16 | ||
IU | 4,8 | 4,46 | 4-5 | 4 | ||
UPyD | 1,5 | 1,04 | 1-1,5 | 1 | ||
Otros | 11,5 | 35,70 (**) | — | — |
*Incluyen Andalucía
**Incluyen candidatos de frentes amplios apoyados por Podemos.
***Algunas Encuestas llegaron a augurar a Podemos un 28,2% en intención de voto y a Ciudadanos más del 20%, mientras que al PSOE se le atribuía incluso menos del 20%.
Es decir, el fracaso de los pronósticos ha sido monumental, quedando demostrado que determinados análisis prospectivos eran más bien un peculiar ejercicio de “whisful thinking” y de intoxicación informativa interesada (Vid. la segunda parte de la tabla 1).
¿Cómo han encajado los augures del nuevo mundo electoral un fiasco predictivo tan mayúsculo? Pues, sencillamente como si no existiera, no tardando ni dos semanas en publicar nuevas Encuestas que vuelven a la misma cantinela de antes, como si nada hubiera ocurrido en el entretando. Y otra vez se auguran avances espectaculares de Podemos y Ciudadanos, mientras el PSOE queda más preterido y, según el color específico de cada cual, el PP vuelve a ser presentado sociológicamente como el gran partido predominante, a notable distancia de los demás.
¿Es que acaso no han tenido lugar las elecciones andaluzas y las autonómicas y municipales? Para algunos parece que no. ¿Acaso es imaginable un mayor grado de intoxicación informativa? ¿Cómo no hay voces en los medios de comunicación social que se revuelvan contra estas prácticas tan claramente intencionadas?
Para reforzar la impresión de que “aquí no ha pasado nada” y que “las cosas están planteadas como nosotros queremos”, desde ciertos ámbitos estamos asistiendo a una campaña machacona que intenta hacernos creer que en las elecciones pasadas en algunos lugares han ganado sobradamente las candidaturas impulsadas por Podemos y que un 25,2% en Barcelona o un 31,8% en Madrid es un número suficiente de votos (aunque no un 35,4% en Andalucía) como para que nadie a la izquierda se niegue a dar ciega y cerradamente su respaldo. Sin más, sin que se cuente con ellos, ni se les consulte para nada. ¡Ah!, pero donde las candidaturas del PSOE han sido las más votadas, en ese caso todo es diferente y se presenta de manera discutible, afirmándose solemnemente que los candidatos de PSOE no tienen credibilidad y que si el PSOE quiere ser apoyado tendrá que dar no sé cuántos giros de 180 grados. Es decir, tendrá que decir negro donde antes dijera blanco, sin que importe un comino que millones de ciudadanos hayan votado legítimamente blanco. ¡Buena lección de ciencia política y de espíritu democrático dada por unos supuestos profesores de Ciencia Política!
Parece, pues, que los votos mayoritarios de los andaluces o de los asturianos y de muchos otros valen mucho menos que la papeleta de aquellos que conforman, con bastante menos porcentaje de voto, las victorias supuestamente sonadas de los amigos políticos de turno. ¡Y ay de aquellos que se atrevan a traicionar al “pueblo” –a la “gente”-, no dando a ciegas todo su respaldo activo a los protovencedores anticipadamente proclamados! ¿Qué democracia es esta?
En realidad, algunos enfoques y análisis vienen a confirmar lo que algunos no entendíamos cuando se nos decía que ya no había ni izquierdas ni derechas. Esto no es, desde luego, una muestra del “izquierdismo como enfermedad pueril del comunismo”, que criticaron acerbamente en su día Lenin y algunos otros, ni una cuestión de lecturas e interpretaciones originales de las aritméticas electorales. Es una simple manifestación infantil de la célebre ley del embudo. ¡No importa si el coste es que, al final, en algunos lugares se formen gobiernos del PP, pese a que en las urnas han sido mayoritarios los votos de izquierdas!
La simpleza dogmática de algunos no puede ser mayor, “¡o nosotros o el caos! –parecen pensar-. Y de nuevo se hace presente la vieja falacia bolchevique de “los socialdemócratas como enemigo principal”, al que hay que batir, descalificar y relegar a toda costa. Pues bien, eso es lo que han votado algunos. Ya lo saben.
¿Por qué apoyan estos enfoques determinados medios de comunicación social? Creo que somos muchos a los que nos gustaría tener una interpretación cabal de este hecho singular.
Pero, si el despropósito es grande desde los ámbitos protopopulistas, no es menor la perplejidad que produce la última campaña de comunicación del PP. Como si los resultados del 24 de mayo no supusieran un problema mayúsculo para este partido, todos sus portavoces se han puesto a recitar a coro unos curiosos salmos sobre las grandes catástrofes que se le avecinan al PSOE y a Pedro Sánchez debido a su radicalización bolchevique y a su intención de formar un nuevo Frente Popular super-izquierdista, super-revolucionario y claramente demoníaco. Todo esto dicho con gestos aparentes de total seriedad, mientras agitan como si tal cosa botafumeiros repletos de azufre y otras especies malignas.
¿Cómo se podrían calificar todas estas tendencias electorales y postelectorales? Desde luego, no como ejemplos de madurez política, de coherencia democrática, de esfuerzo por lograr una mayor participación, de altura de miras y de saber perder con dignidad.
Mientras tanto, las negociaciones y los mercadeos postelectorales reflejan cómo entienden algunos la altura de miras y el respeto a la voluntad electoral de los ciudadanos (perdón, de la “gente”), al tiempo que se constatan las dificultades para formar gobiernos municipales y autonómicos con un mínimo de agilidad y coherencia política. ¿Era para esto para lo que se quería acabar con el bipartidismo? ¿Para que gobiernen como quieran los que apenas tienen el 20% o el 25% de los votos en algunos lugares y para que tengan una capacidad decisoria final determinante los que apenas han llegado al 10%? ¿Por qué son mejores gobiernos con el respaldo de menos del 25% de los votos, que gobiernos con el respaldo de más del 35%, o incluso del 40%, como ocurría en la tan denostada etapa del bipartidismo?
Una vez acabado el primer capítulo de esta historia-contienda, acaba de empezar el segundo capítulo. ¡Lo que vamos a ver!