En la entrevista cuenta que rechazó la invitación de sus compañeros de promoción para celebrar el vigésimo aniversario de haber finalizado sus estudios. Les contestó que realmente no había nada que celebrar porque había sido la generación que había conducido a la crisis y a la economía a la catástrofe actual. El libro es una crítica aguda y certera de los estudios que se imparten en las grandes escuelas de negocios. Resulta interesante su lectura de una persona que tiene suficientes conocimientos para saber que es lo que se enseña en estas escuelas.

En otros artículos he insistido en la responsabilidad de gran parte de los economistas académicos en esta crisis, como consecuencia de haber enseñado en los últimos años la eficiencia de los mercados, y haber insistido en sus clases, artículo y libros en que la injerencia del estado en la economía lo que hace es empeorar las cosas y no mejorarlas. En este libro se insiste en ello y da una visión de lo que se enseña en estas escuelas en las que se plantea como principal objetivo la búsqueda de la rentabilidad. No se tienen en consideración otro tipo de cuestiones, por lo que los dirigentes del mundo empresarial y bancario reproducen un esquema en el funcionamiento empresarial que responde a esas enseñanzas y que se reproduce entre las élites.

Leyendo la entrevista y luego el libro me acordé de que, hace unos años en una asignatura que impartía de libre configuración, un alumno que estudiaba la licenciatura de administración y dirección de empresas se me acercó para decirme que le habían interesado mucho mis clases, pues gracias a ellas había tenido un conocimiento de la economía más amplio que lo que generalmente le enseñaban. Me señalaba que solamente se hablaba de conseguir el beneficio sin tener en cuenta otro tipo de consideraciones sociales y ecológicas. Se insistía con verdadera obsesión en la necesidad de maximizar beneficios y abaratar costes, incluidos los de la fuerza de trabajo. El enfoque que yo daba a la economía le resultaba interesante al concebir esta disciplina como una ciencia social y en la que las relaciones entre unos agentes y otros generaban desigualdades y asimetrías diferentes. Aquellos me hizo reflexionar sobre el tipo de licenciado que estábamos formando y que en muchos casos tendría responsabilidades de dirección.

Así, que este libro ha venido a corroborar aquellas reflexiones que hice, pero efectuadas con mejor fundamento de causa de lo que yo podía hacer, entre otras cosas, porque aunque convivimos en la misma facultad los profesores y estudiantes que pertenecemos a la licenciatura de economía y administración y dirección de empresas, yo pertenezco a economía y, por tanto, no me encuentro con suficientes conocimientos para saber lo que se enseña en los estudios de empresa, nada más que por algunos comentarios como los del alumno al que acabo de referirme.

La autora, por tanto, se siente obligada a pedir disculpas en cuanto su formación de economista ha estado basada en las ideas que puestas en práctica nos han conducido a la situación presente. Hay que agradecer su honradez, y desde luego no estaría mal que como profesionales en su conjunto hagamos todos un examen de conciencia de lo que ha pasado y por qué. Lo que sucede es que, como ya he mencionado en otras ocasiones, no toda la profesión ha caído en valorar tan positivamente el papel del mercado y tan negativamente la función del estado. Ha habido como siempre heterodoxos al pensamiento dominante y de profesores que hemos nadado contra corriente.

Los economistas heterodoxos no son más listos, sino que, seguramente porque en la época en las que muchos nos formamos como economistas, se planteaba a esta ciencia como una disciplina en la que había que considerar que las relaciones sociales de producción, distribución, intercambio, y consumo deberían figurara en el análisis de la realidad. Se abordaban además problemas existentes como la desigualdad, pobreza, y las numerosas privaciones que se daban y coexistían con la opulencia. No era así en todas partes.

Es cierto que muchos economistas que estudiaron en aquella época luego han derivado hacia el pensamiento neoliberal y la excesiva formalización de la economía olvidándose de todo lo que suponía el marco social, inducidos por la falsa idea de que la economía se tiene que asemejar a una ciencia exacta y experimental. Otros, sin embargo, que no han tenido esa formación de la economía como una ciencia social, han sido capaces de reflexionar, como es el caso de la autora, y se han dado cuenta de que las cosas no funcionan en la realidad como indican muchos manuales, en lo que concierne a los mercados, y lo que se enseña en las escuelas de negocios por lo que hace referencia a la persecución del beneficio a costa de lo que sea.

En fin, espero que lo que está sucediendo sirva para que más allá de pedir disculpas sea un motivo de reflexión sobre la oportunidad de cambiar las enseñanzas de la economía y de la grandes escuelas de negocios, y también seamos conscientes de que hay que modificar el modelo en el que vivimos que siempre generará crisis periódicas y sembrará la economía mundial de muchos damnificados.