Bien por falta de imaginación o por el deseo de las productoras de correr pocos riesgos, el cine de los últimos años está plagado de “remake”. Es decir, nuevas versiones de películas que alcanzaron un éxito razonable de público y crítica. “Teniente corrupto” es un claro ejemplo de ello. El realizador Abel Ferrara en 1992 nos presentó una cruda y polémica visión de la corrupción policial. Aunque ha pasado más de una década, la historia puede trasladarse perfectamente a nuestros tiempos, de ahí que se haya dado luz verde para ello. En esta ocasión, ha sido dirigida por el alemán Werner Herzog, responsable de títulos documentales como “Grizzly man” y “Encuentros en el fin del mundo” (nominada al Oscar en 2009). Aunque como es lógico, guardan similitudes nada tienen que ver en su forma y en algunos aspectos de su contenido. Para empezar, si en la de Ferrara Nueva York era la ciudad donde trascurría la trama, ahora es Nueva Orleans tras el desastre del huracán Katrina. En la primera versión de “Teniente corrupto” contaba con el inolvidable Harvey Keitel como protagonista. Esta tarea ha recaído en Nicolas Cage, que vuelve a una película de acción después de la fantástica “Señales del futuro”. Junto a él, encontramos a la espectacular Eva Mendes.
Terence McDonagh, detective de homicidios del Departamento de Policía de Nueva Orleans, salva a una persona de morir ahogada durante el huracán Katrina, pero se lastima gravemente la espalda. Este acto heroico hace que sea ascendido a teniente. Un año más tarde, tras un tratamiento por medicación para el dolor, es devuelto al servicio activo, pero se ha convertido en un adicto al Vicodin y a la cocaína. Cuando una familia de inmigrantes africanos aparece masacrada, sus jefes están convencidos de que él es el tipo idóneo para encabezar la investigación. Durante esta, el teniente Terence no dudará en utilizar su cargo para conseguir droga o sexo a cambio de favores.
Werner Herzog afirma no conocer la obra original de Abel Ferrara, asegura que lo único que tienen en común es el título. Nunca sabremos si es cierto o no, pero lo que es una realidad es que el resultado es absolutamente distinto. Si Ferrara nos mostraba un policía descendiendo a los infiernos, el director alemán nos lo humaniza se aleja de las disquisiciones entre el bien y el mal. Abandona lo espiritual por lo material, nos muestra un delincuente con la cobertura de una placa policial. En ese sentido, el teniente de Herzog es más escalofriante por cercano, por vivir en el mundo que conocemos y por tanto, creíble su existencia.