Es un thriller político-financiero, al que acompaña en su presentación la actual crisis financiera mundial. Ni los mejores expertos de marketing, ni los mayores presupuestos para la promoción de la cinta hubieran logrado resultados similares a los obtenidos por la coincidencia de su estreno con el derrumbe de grandes entidades financieras y la corrupción generalizada de sus directivos.

Su director, Tom Tykwer, al que conocimos por su deliciosa y excepcional “Corre Lola” en 1998, y al que empezamos a valorar por su brillante realización en “El perfume: Historia de un asesino” se ha ido decantando por un cine de acción, en el sentido más clásico del género.

La trama del film no cuenta nada nuevo, reúne a un agente de la Interpol (Clive Owen) y a una ayudante del fiscal de Manhattan (Naomi Watts), intentan demostrar que un poderoso grupo bancario internacional está detrás de los atentados terroristas en el mundo a fin de justificar la represión y alimentar la crisis. Sacando a la luz las actividades ilegales del banco, y siguiendo la pista del dinero que mueven sin ningún control desde Berlín hasta Milán, de Nueva York a Estambul.

Aunque su director es alemán, firma un thriller de conspiración política al más puro estilo americano, haciendo una crítica demoledora al sistema capitalista, donde la acción u omisión de los Estados y de las Organizaciones Internacionales propician negocios corruptos ante los que los ciudadanos quedan indefensos y ahogados por la maraña de intereses ocultos.

La película mantiene una narración ágil, dinámica y clara. Logrando una intensidad dramática y una acción trepidante. Es un magnífico ejemplo del cine de acción, con escenas espectaculares de las que debemos destacar, el tiroteo en el museo Guggenheim de Nueva York, reproducido en un decorado en los estudios Babelsberg. Pura acción entre espejos e imágenes audiovisuales que contemplan impasibles una ensalada de tiros rodada magistralmente.