Detrás de lo conmovedor de sus imágenes, detrás del drama humano, detrás del romanticismo de tinieblas que arman la columna vertebral de “The Reader”, se desliza una película que reflexiona sobre un escenario posible e incómodo, de responsabilidad y culpa colectiva, que saca a relucir la constante penitencia alemana descendiente del Holocausto y las atrocidades nazis. Dibujando una escala de grises que aniquilan cualquier sentimiento posivito que podamos atisbar, “The Reader” camina por la oscuridad irrespirable de una indignidad nacional, de una responsabilidad histórica, por conocimiento o ignorancia cómplice de una nación entera.

El realizador Stephen Daldry (“Billy Elliot”, “Las Horas”) desglosa el espinoso asunto con sensibilidad, esbozando el drama, la tragedia de un país que incapaz de reconciliarse consigo mismo y con su pasado. Daldry se vale de unos actores en estado de gracia. Es recurrente ya alabar la labor de Kate Winslet, actriz que atraviesa uno de sus mejores momentos, que no es decir poco. Su Hanna Schmitz es tan misteriosa como bella, tan ambigua como atormentada, tan hosca como necesitada de amor. Su reaparición a mitad del metraje, cuando la cinta desvela su giro argumental, es simplemente terrorífica. Nos gusta también el joven actor alemán David Kross, que soporta sobre sus hombros el peso de gran parte de la película más aún que la “titánica” Winslet. Y lo hace con gran convicción y solidez. El pero lo pone, Ralph Fiennes, pétreo y aburrido, en su línea.