Zapatero ha comprometido una respuesta “socialdemócrata” al desafío del paro. ¿Qué significa esto? No estamos tan solo ante un compromiso retórico. Optar por la receta socialdemócrata supone suscribir una estrategia concreta y renunciar a otra. La estrategia de la derecha frente al desempleo consiste en reducir impuestos y gasto público, mantener el equilibrio presupuestario y flexibilizar el mercado laboral, o sea facilitar el despido. Rajoy reivindicó explícitamente esta vía en el debate del 27 de noviembre en el Congreso.
En ese mismo debate, el Gobierno de España interpretó las recomendaciones de la Comisión Europea en clave keynesiana. Esta es la estrategia socialdemócrata: impulsar la demanda, incrementar la inversión pública, flexibilizar los criterios de estabilidad presupuestaria y mejorar la “empleabilidad” de los trabajadores.
Más allá de las medidas adoptadas para estabilizar los mercados financieros y para inyectar liquidez a la circulación crediticia, las claves del plan socialista para reactivar la economía y hacer frente al paro son cinco.
Primero estimular la demanda con un gran programa de inversiones públicas. Desde el Estado, las Comunidades y los Ayuntamientos. En infraestructuras de comunicación, en vivienda protegida, en la rehabilitación de entornos urbanos, en espacios de actividad industrial… La administración española en su conjunto va a ponerse a prueba en la ejecución de estos proyectos extraordinarios en su urgencia, en su dimensión financiera y en su complejidad.
Segundo, explotar los nuevos yacimientos de empleo en el ámbito social y medioambiental. La lluvia de fondos que se dedicará a la aplicación de la Ley de la Dependencia, la accesibilidad a la vivienda o el turismo social, no solo mejorará la calidad de vida de muchas personas, sino que promoverá decenas de miles de nuevos empleos. Cerca de cien mil solo en la atención a las situaciones de dependencia. De igual manera, el dinero dispuesto para la movilidad sostenible, la promoción de las energías renovables o el coche eléctrico, contribuirán a la lucha contra el cambio climático y ayudarán a encontrar trabajo a muchos ciudadanos.
En tercer lugar, el Presidente ha ofrecido constituir una mesa de negociación con las fuerzas políticas y los interlocutores sociales para acometer “reformas estructurales en nuestro sistema productivo”. El orden del día para esta mesa pasará inevitablemente por reducir la dependencia de la construcción residencial libre, por acelerar la incorporación del valor añadido de la innovación y la actualización tecnológica, por introducir algunas dosis de competencia y eficiencia en nuestro mercado de servicios, por reconducir el sector automovilístico hacia producciones de valor ambiental. Se trata de objetivos muy razonables, largamente aplazados, que ahora tienen la oportunidad de verse acometidos con alguna garantía.
La cuarta clave es la de la “empleabilidad”. Acierta el Gobierno al diagnosticar que los males del mercado de trabajo español no están en su supuesta “rigidez” y, por tanto, la solución no pasa por facilitar aún en mayor medida el despido de trabajadores. Los acelerones bruscos del paro en nuestro país tienen más que ver con un déficit de formación y adaptabilidad, que limita la capacidad de los parados de la construcción, por ejemplo, para encontrar empleo en las vacantes que se producen en el sector servicios. No se combate el paro facilitando el despido, sino mejorando las condiciones de nuestros trabajadores para emplearse. La siempre aplazada reforma de la formación profesional, el reforzamiento de los planes de formación continua de trabajadores, y la mejora de los servicios públicos de empleo son algunas de las medidas pensadas a este respecto.
La última clave a reseñar es la relativa a los sistemas de protección social. Afortunadamente, en estos momentos más del 85% de las personas en paro están cubiertas por la protección al desempleo. Se trata de la cobertura más amplia de nuestra historia. No obstante, ya se alzan voces alertando de lo insostenible de la situación a largo plazo. Sería no solo injusto, sino intolerable, que se planteara una rebaja en este esfuerzo precisamente cuando más falta hace.
Reconstruyamos la fontanería financiera internacional, maltrecha tras tanto abuso. Afrontemos la recuperación de los grandes ítems macroeconómicos. Pero tengamos claro que la guerra definitiva, la que afecta directamente a la gente, es la guerra que todos hemos de entablar contra el paro.