Las huelgas generales siempre han venido acompañadas de manifestaciones en muchos puntos de España y con una asistencia bastante masiva, que han sido a veces más importantes que la propia huelga. Esto es lógico, pues personas que por diferentes motivos no hacen la huelga, en cambio sí acuden a la manifestación. Los sindicatos han demostrado, por tanto, en todas las ocasiones que han convocado huelga general, que a pesar de las dificultades a las que se enfrentan tenían y siguen teniendo una gran capacidad de movilización.
Ante las cifras dispares del seguimiento que se dan, o las apreciaciones que se hacen, a menudo en función de las propias vivencias, que suelen ser bastante subjetivas o están condicionadas por la información ofrecida por los medios de comunicación, un dato bastante significativo es el del consumo eléctrico. En este caso, según los datos ofrecidos, este consumo ha disminuido un 14% sobre lo que suele ser habitual en un día de diario. Este descenso ha sido menor que el que se dio en la última huelga general en 2002, que se hizo durante el gobierno de Aznar, cuyo descenso fue en torno al 22 %. Todo parece indicar que en esta última huelga general, si nos atenemos a este dato, el seguimiento ha sido menor que en otras ocasiones.
Pero de ahí a afirmar con la rotundidad con que lo han hecho varios medios de comunicación que la huelga ha sido un fracaso, eso no es más que tratar de no atender a la realidad y sesgar de un modo muy interesado la verdad de lo sucedido. Tampoco ha sido un gran éxito, pero si se tienen en cuenta las dificultades para movilizar en el contexto en el que se ha producido la convocatoria, sí se puede calificar de éxito moderado. Ante la presión empresarial, el descuento del salario de un día de trabajo, la cantidad de trabajos temporales y precarios que existen, y la incertidumbre y el miedo que toda crisis genera, lo que hay que preguntarse es cómo ha habido tanta gente que ha hecho huelga.
Han sido, a su vez, muy importantes las manifestaciones. De manera que lo que se pone de manifiesto es que el sindicalismo sigue vivo. Lo sucedido tiene que servir para hacer reflexionar a unos y a otros de cara a actuaciones en el futuro y para buscar soluciones de salida de la crisis, a ser posible negociadas y pactadas. Unos sindicatos fuertes son necesarios en la sociedad actual, pero también tienen que reflexionar, a partir de lo sucedido y su posible pérdida de influencia social, acerca de los cambios que tienen que hacer para llegar a colectivos que se consideran desamparados por ellos.
El Gobierno tiene que extraer sus propias lecciones. Tiene que tener en cuenta la influencia que ha tenido la huelga. Las circunstancias que han motivado que el seguimiento no haya sido mayor. Las importantes movilizaciones realizadas. Y no puede dejar caer en saco roto el descontento social existente. Muchos de los que se han movilizado son su base social, y no puede perderla ni electoralmente ni para llevar a cabo cambios en el modelo de crecimiento. Una rectificación del Gobierno es necesaria en la política económica para que no se pierdan los derechos sociales que tanto ha costado conseguir. Propuestas distintas a las que se están aplicando existen, y si no las conocen, que quienes nos gobiernan lean a otros economistas de otros países y de España, que los hay.