“Quien lea Tren a Pakistán cómo una mera novela de entretenimiento se equivoca. En su interior encierra lecciones universales, porque su interés no radica tanto en la inevitable lucha sino en la culpabilidad de todos los bandos implicados”. Jordi Corominas, Revista de Letras
“Singh, uno de los intelectuales más respetados de India, consigue, sin embargo, que sean las emociones y las creencias sencillas de las humildes gentes que recorren las páginas de su novela las que acaben narrando esos sucesos, no la política, la religión o los fundamentalismos que surgen de ellas”. Jesús Aguado, El País
“Tren a Pakistán es una novela acerca de cómo mantener la calma en situaciones extremas y, en especial, sobre lo poco que puede uno confiar en el vecino de toda la vida cuando una de esas situaciones extremas se aproxima”. Joaquín Albaicín, El Imparcial
Publicada en 1956, “Tren a Pakistán” es una de las obras más conocidas del indio Khushwant Singh (1915), uno de los escritores de mayor reconocimiento internacional. No resulta arriesgado afirmar que la Segunda Guerra Mundial dejó a Inglaterra prácticamente en la bancarrota. La victoria del partido laborista en agosto de 1945 permitió el nacimiento del Estado del Bienestar que ahora algunos terroristas económicos destruyen con alegría. Este último no hubiera sido posible sin el proceso que llevó a la paulatina desmembración del Imperio, lo que naturalmente implicó la renuncia a la mayoría de las colonias que extendieron los dominios británicos a lo largo y ancho del Planeta. La perla de tan vastas posesiones era la India, que consiguió su independencia parcial el 15 de agosto de 1947, pero quedando dividida en dos países. Y allí transcurre la obra que reseñamos esta semana. En Pakistán, al norte, se instalaron los musulmanes. Pero no fue una transición pacífica. Aquellos sucesos desataron el odio religioso en todo el país y fallecieron miles de personas en un estallido incontrolable de violencia que puso fin a siglos de pacífica convivencia entre las diferentes comunidades religiosas. El conflicto, de hecho, llega hasta hoy, con frecuentes enfrentamientos entre los musulmanes, los sijs y los hindúes.
Singh sitúa la acción de su novela en un pequeño pueblo fronterizo, Mano Majra, donde hasta ese momento las diferentes religiones habían convivido en una sana y fraternal armonía. Es un pueblo anodino donde sus habitantes siguen sin cuestionarse ancestrales tradiciones. La paz predomina y nada hace intuir que pueda quebrarse. Pero todo cambia de golpe cuando hasta ese pueblo perdido, comunicado con la civilización a través de su vía de tren, llegan los aires de fanatismo y terror que se han extendido por todo el país.
En medio de una situación altamente trágica, el autor selecciona a los personajes como metáforas de las diferentes maneras de afrontar los dramáticos sucesos de aquellos momentos: un juez que soporta con resignación su estancia en Mano Majra alejado de su familia, un activista político que mira por encima del hombro a la población de aquellas aldeas y un delincuente que, a pesar de su primitivismo, es quien afronta los hechos con más humanidad.
Lo que se cuenta en la novela, muy bien por cierto, es terrible: la venganza en caliente de musulmanes, hindúes y sijs, unidos a la hora de elegir la violencia como el mejor medio para acabar con el enemigo.