En primer lugar, ha existido impunidad para los que propiciaron la crisis movidos por la avaricia, el egoísmo, la insolidaridad y la ceguera por el dinero. No ha habido castigo por lo que inmediatamente se recuperan los mismos valores antisociales.

En segundo lugar, no ha habido un cambio de sistema económico. Ni siquiera se han puesto “las riendas” que sujeten y controlen los desvaríos de la especulación sin límite. Economistas y políticos saben perfectamente cuál ha sido el origen del problema y qué límites hay que poner para que una crisis similar no vuelva a suceder, pero caminamos en sentido inverso. En el pulso entre la Política y la Especulación, estamos perdiendo la partida. El miedo y la amenaza permanente de que nuevas recesiones y crisis ocurran, y cada vez en menos tiempo, planea permanentemente sobre las acciones políticas. Resulta sorprendente que la amenaza siga ejerciéndola quienes deberían haber sido penalizados.

En tercer lugar, Europa está más descompuesta que nunca. Atomizada, nacionalista y sin identidad, el gran gigante europeo sufre los vaivenes de no haber sabido crear una estructura política y cultural adecuada que nos dé identidad y poder democrático. Y la peor amenazada que se cierne sobre ella es la pérdida de su “razón de ser”: el Estado de Bienestar.

En cuarto lugar, no hay gobierno nacional que resista esta embestida. Da igual que sea conversador o progresista, la crisis pasará factura, ¡¡no al especulador!!, sino al gobierno elegido democráticamente. Probablemente por no haber dado un puñetazo en la mesa en el momento que hubo que darlo. Los gobiernos se han convertido en molestos e incluso en innecesarios, véase el caso de Bélgica, corazón de Europa, que funciona sin gobierno (¡y ni falta que hace, pensarán muchos!).

Lamentablemente, lo único que Europa parece hacer es “echar desengrasante” en las tuberías del sistema para que se trague cuanto antes la pelota de especulación que originó millones de parados, desahuciados, falta de ahorros, recortes y angustia. Sin olvidar que el juego especulativo sigue afilando sus uñas, y de forma voraz, tiene la mirada puesta en otros mercados con más futuro que Europa. Ojalá países emergentes como Brasil o China no se vean inmersos en quienes quieren hacer negocios a costa del esfuerzo y trabajo de otros.