Ciertamente la situación es difícil: estancamiento del crecimiento, progresión del desempleo, etc., pero esto no es nuevo y las decisiones de ajustes presupuestarios, de baja de las tasas empresariales, de reestructuración del Estado, las afirmó Manuel Valls ante el Parlamento con el apoyo de Montebourg y de Hamon. ¿Entonces, qué ha provocado la indisciplina de los dos ministros? ¿La agravación de la situación de los más necesitados? Es difícil afirmarlo cuando tres millones y medio de familias francesas con bajos ingresos van a ver sus impuestos bajar notablemente y un millón 40.000 más que iban a empezar a contribuir no lo harán. Es también difícil de mantener tal posición cuando se anuncia una medida, la fusión del RSA y la Prima por el empleo, que va a aumentar en 500 euros anuales la contribución del Estado a los más necesitados. Hamon descubre hace dos días que el déficit del 3%, impuesto por Europa, es malo. La cifra era la misma cuando aceptó la cartera de Educación. Montebourg preparaba con la aprobación de Valls una ley para devolver 6.000 millones de euros a los franceses con una rebaja de los ingresos de varias profesiones protegidas. ¡La abandona!
En realidad, las razones son diferentes. Y la misma actitud la comparten todas las fuerzas de izquierda del país. Podríamos, exagerando quizás y siendo en algo descortés, decir que las fuerzas de izquierda actúan hoy como los lemmings, esos roedores de Escandinavia que tienen la reputación de organizar suicidios masivos y periódicos para limitar los excesos de población. Sería injusta la comparación, porque nada prueba que tal comportamiento sea voluntario en los animales, lo que no se puede decir de las izquierdas francesas, ni que el exceso de población afecte a estas últimas.
Repasemos algunos acontecimientos:
En junio la CGT y Sud, los más importantes sindicatos de ferrocarriles desencadenan una huelga de quince días. Motivo: el Gobierno Valls va a hacer votar una ley que reúne en una sola empresa la dos existentes, la que utiliza los ferrocarriles y la que los construye y mantiene. Los sindicatos tienen miedo a que sea motivo para cambiar el estatuto de los ferroviarios, el cual prevé, por ejemplo, la jubilación a los 55 años de quienes circulan. El Gobierno y el Parlamento afirman que eso no se dará, pero van a la huelga. Hay que recordar que cuando un Gobierno de derechas instauró la división de la Empresa nacional en dos diferentes, los mismos sindicatos fueron a la huelga para rechazar la medida. Resultado: la huelga fracasa y la empresa pública pierde 200 millones de euros.
Cuando empiezan las vacaciones los marinos de la SNCM, que transporta en sus ferrys hacia Córcega y África del Norte millares de turistas y de magrebíes hace un paro de dos semanas. La empresa está prácticamente en quiebra y lo único que obtienen los huelguistas es que cualquier decisión se posponga al otoño. Resultado: la empresa privada italiana, Corsica Ferry, recupera todos los viajeros frustrados y después de la hazaña parece imposible que se salve la compañía, sobre la cual los sindicatos nacionalistas de Córcega tienen ambiciones.
Manuel Valls declara su intención de reducir el número de las regiones francesas y en 2021, después de largas consultas, alcanzar la supresión de las diputaciones. Los radicales de izquierda, miembros de la mayoría de Hollande, y presentes en el Gobierno amenazan con romper la baraja si las diputaciones rurales no se salvan. Razón: el presidente Baylet del minúsculo partido, 2% de los votos, es presidente del Tarn y Garonne y si su diputación desaparece ya no es nadie.
Llega el final de agosto. Mélanchon, que consiguió un triunfal 6% en las europeas, y ello sobre todo gracias al Partido Comunista, afirma que “Hollande es peor que Sarkosy” y Duflot, la ex ministra verde que no ha querido seguir en el Gobierno Valls y que es autora de una ley que ha hundido la construcción en Francia, está representa el 10% del PIB, publica un libro en el mismo tono.
A principios de verano un sondeo afirma que si hoy se celebrase la elección presidencial, Marine Le Pen, con el 27% de votos, encabezaría la primera vuelta con un punto de avance sobre la derecha clásica. Los socialistas, fuera cual fuera su candidato, solo alcanzarían un 17% y por lo tanto estarían eliminados. Eso es quizás lo que va a desencadenar la revuelta de Monteburg. La situación del país es mala. Los remedios necesarios van a ser dolorosos. La elección presidencial se va a perder. Entonces, si uno quiere tener porvenir de victoria presidencial, por lejano que sea, pero es joven, hay que desmarcarse de la política actual, aunque esta parezca ineludible. Mejor figurar como oponente a ella que como colaborador. Como no hay tiempo para que los eventuales resultados de la política del Gobierno modifiquen el voto, hay que huir del barco con tiempo suficiente.
La izquierda francesa, atomizada en partidos y sindicatos sin ninguna vocación de Gobierno responsable, hace como los lemmings, periódicamente se suicida. Lo hizo en el congreso de Reims, lo está haciendo ahora. La única opción seria es que Valls mantenga su política y arranque el país de la pésima situación que conoce desde hace tantos años. Pero tendrá que hacerlo contra la voluntad egoísta de los franceses, que viven a crédito y, si consigue su objetivo, se inmolara políticamente y la derecha recuperara el poder para años. Eso ya ocurrió con Mendes France del cual todos ahora alaban la memoria póstuma. Dentro de muy poco los socialistas se van a reunir en “Universidad de verano” en la Rochelle. Es de temer que, presos de sus ambiciones personales, se olviden de los intereses de la sociedad. Pueden pagarlo muy caro. Ya lo anunció Manuel Valls.
Pero también la Derecha tiene sus problemas. Juppé goza de todas las posibilidades de triunfar en las primarias para la Presidencia del país como en la elección, pero Sarkozy ganará seguramente la elección de la Presidencia de la UMP y con el partido en su mano podrá anular las primarias y a su rival.