Lo más curioso es que la Internacional Socialista no haya reaccionado, precisamente, hasta que se produjo la caída de Ben Alí. Y lo peor es que tal decisión se haya intentado tomar sin publicidad, sustentada en el argumento de que tal partido no responde a “los principios definitorios de la Internacional Socialista”. ¿Y eso no se ha descubierto hasta ahora? Desde luego, los responsables actuales de la IS no deben tener muy limpia su conciencia, cuando tomaron esta decisión tan a última hora, y además intentando hacerlo de tapadillo.

La doblez que ha existido en el caso de Túnez, país al que casi todas las cancillerías occidentales presentaban hasta hace dos días como un paradigma destacado de modernización y de orientación laica y moderada, es un ejemplo de la amoralización de las relaciones internacionales. Y también de la comunicación. Pero ahora todo y todos han cambiado de la noche a la mañana. No sólo la Internacional Socialista. Pero a algunos esto último nos duele más.

Es cierto que a la Internacional Socialista también pertenece otro partido tunecino de signo opositor y totalmente diferente –el “Foro para las Libertades y el Trabajo”–, pero esto no evita que la opinión pública se sienta perpleja, en unas circunstancias internacionales –además– en las que cada vez se hace más notoria la necesidad de una organización mundial como la Internacional Socialista. Una organización que, ante la actual crisis, debería tener un papel más activo y aportar referencias y propuestas que pudieran servir de orientación para las gentes y las organizaciones de izquierdas.

Frente a esta “ausencia”, y ante todas las contradicciones que la acompañan, no deja de ser llamativo que los focos más activos desde los que actualmente se emiten análisis e ideas sean instituciones como el Foro de Davos, así como algunos “think tanks” y grupos de comunicación, bien engrasados por los recursos de poderosos núcleos de poder económico. Más allá de las ideas que pueda tener cada cual, lo cierto es que un panorama como el actual no deja de ser auténticamente disparatado y desequilibrado.

La dinámica de la Internacional Socialista –y su creciente desdibujamiento y desprestigio– se explica en gran parte por las decisiones que se tomaron en su día para intentar integrar en su seno a partidos y organizaciones de muy diversa clase, algunas de ellas de muy dudoso carácter socialista. De esta manera, una intención, que inicialmente podía ser positiva, de apertura al mundo africano, asiático y latinoamericano, acabó deviniendo en una confusión inoperante y sin sentido.

El ejemplo que hemos conocido en el caso de Túnez debiera servir de acicate para un cambio profundo y de amplio alcance en la Internacional Socialista. Para ello sería importante que algunos líderes socialdemócratas plantearan estas cuestiones con claridad, y de manera pública y sincera, abriendo la senda a una auténtica refundación de la Internacional Socialista. Si no se hace así, y pronto, es evidente que el debate internacional actual quedará gravemente lastrado y desequilibrado. Y dicha situación acabará afectando a muchos partidos socialdemócratas, que desde el aislamiento nacional no podrán encontrar suficiente anclaje para planteamientos reformistas más genuinos en un mundo crecientemente globalizado. De ahí que ahora, cuando más se la necesita, la ausencia de la Internacional Socialista sea un auténtico desastre para toda la izquierda.