Hace dos años, el Presidente de Exceltur encuadró y prologó la intervención leída de Rajoy, manifestando una fuerte preocupación por los resultados de la crisis sobre el sector, pero con fuerte coincidencia en sus objetivos y propuestas. Ambos citaron la mejora mostrada por el turismo en2010 y 2011 respecto a 2009, como consecuencia del crecimiento de la demanda extranjera que huía de países competidores de España por conflictos geopolíticos (norte de África), pero manifestando la preocupación por el hecho de que la demanda interna disminuía, y que la crisis en los territorios donde ésta predominaba seguía siendo muy fuerte, aunque no tanto como lo que lograría la política de empobrecimiento de la población desarrollada por el Gobierno del partido popular a lo largo de 2012.

En 2014 la situación del sector no ha cambiado estructuralmente, pero la magnitud del crecimiento de los turistas extranjeros ha hecho que el balance haya sido mucho más positivo para los empresarios asociados el turismo de sol y playa de algunas de las costas españolas. En este marco, el Presidente de Gobierno manifestó que el hecho de que el acto de enero de 2012 fuera su primera comparecencia pública estaba asociado a la importancia del turismo para la economía española, destacando que gran parte de las medidas de Gobierno desarrolladas en estos dos últimos años habían estado dirigidas a mejorar la situación del sector; y que con este objetivo se había procedido a la modificación de la ley de costas, a la reforma laboral, que había introducido la “flexibilidad” necesaria en un sector como el turístico, tan caracterizado por una fuerte estacionalidad, o a la elaboración de los planes y acuerdos desarrollados con las comunidades autónomas para la simplificación administrativa y la potenciación del sector en el marco de la Conferencia Sectorial del turismo, o en el marco de las distintas leyes de simplificación administrativa aprobadas. Pero si había algo realmente diferente entre las intervenciones de 2012 y 2014 esto era, sin duda, el optimismo que tanto el Gobierno como los principales empresarios del sector mostraban hacia el futuro del turismo y de la economía española para 2014 y años sucesivos. Optimismo que parecía olvidar que nunca desde los años sesenta del siglo pasado había caído tanto la demanda turística interior, que la situación de muchos ciudadanos españoles raya en la indigencia, o que la nueva evolución del empleo propiciada por la reforma laboral realizada, tan loada desde los ámbitos empresariales, ha tenido consecuencias tremendamente negativas desde el punto de vista de su repercusión socioeconómica, con una destrucción, temporalización y precarización del empleo y de la población activa, cuya reversibilidad a medio plazo va a ser imposible.

Y aunque el turismo ha colaborado de forma muy destacada al mantenimiento de empleos a lo largo de 2013, siendo el sector de la hostelería el que registró una variación positiva más destacada en el año (+6,9%) con más de 1,3 millones de ocupados, también hay que destacar que según los datos de la Seguridad Social, la creación neta de empleo se ha producido fundamentalmente por la creación de empleo autónomo en agencias de viajes, operadores turísticos y hostelería; lo que está asociado a una mayor precarización del empleo en el sector. Pese a ello, o tal vez por ello, la continua loa de los empresarios al Gobierno del partido popular venía asociada, fundamentalmente, a dicha reforma laboral, que ha llevado a una sustancial reducción de los costes del trabajo para las empresas, posibilitando una mejora de la productividad del empleo (PIB por empleado) que se puede situar en el orden del 7% entre 2007 y 2013; lo que ha permitido que el turismo haya actuado “como palanca de la recuperación de la economía española” a lo largo de 2013, fundamentalmente por su aportación de cerca de 45.000 millones de euros en divisas, frente a los del orden de 42.000 que caracterizaron el record de 2007.

España, tras la reducción de visitantes extranjeros que supuso la crisis global iniciada en 2008, volvió a la senda de incremento cuantitativo de los turistas extranjeros, superándose los 53 millones de visitantes en el año 2010 (frente a los 58,66 millones de 2007) y los 60,6 millones en 2013, pero con las mismas debilidades que se han ido perfilando a lo largo de los últimos 20 años. Así, se mantiene la necesidad de mejorar la productividad del sector, no por la vía ahora utilizada de la reducción de salarios, sino por la de potenciar los hoteles de cuatro y cinco estrellas más que las pensiones y evitar la degradación que está suponiendo el “turismo lowcost” tanto en la productividad como en la precarización del empleo, introduciendo modificaciones que permitan asegurar la sostenibilidad socioeconómica, ambiental y empresarial del turismo a largo plazo. Porque si bien es cierto el hecho de que de los60,6 millones de turistas que visitaron España en 2013, un 80% ya había viajado a España y, de éstos, un 60% (48% del total) había venido más de dos veces y un 40% (32% del total) un mínimo de cinco veces, también es cierto que el resurgir turístico por visitantes extranjeros del 2013 no se puede desvincular de la crisis de Egipto y del Medio Oriente, ni conviene olvidar las advertencias de los principales tour-operadores europeos respecto a que en 2015 la situación puede ser muy distinta. Como tampoco hay que olvidar que los turistas extranjeros constituyen solo del orden del 50% de la actividad generada por el sector y que pese a que en 2014 se puede prever un cierto repunte de la demanda nacional, ésta sigue estando muy afectada por la crisis y por el empobrecimiento relativo de la clase media española.

Por otro lado, en las últimas tres décadas, el liderazgo de España en los mercados internacionales se ha basado en promover un turismo de masas asociado al atractivo del “sol y playa”, con precios del paquete turístico cercanos a los costes de producción y que no internalizaban los costes externos generados por esta actividad. A lo largo de los años setenta y ochenta del siglo XX, los reducidos precios relativos (bajos coste de vida, salariales y de inputs que se corregían periódicamente a la baja con la devaluación de la peseta) multiplicaron las cifras de turistas. En la década de los noventa, y hasta la entrada en vigor del euro, a los aspectos anteriores se les unía la inestabilidad política y militar de los países potencialmente competidores del Mediterráneo oriental, lo que llevó a que, según las cuentas satélite del INE para el turismo en España, en 1999 éste llegara a aportar el 12% del PIB nacional, cifra no vuelta a alcanzar nuevamente. Desde mediados de la primera década del presente siglo, las ventajas económicas comparativas han ido desapareciendo, y la mayor estabilidad en el oriente Mediterráneo estaba detrayendo cuotas del mercado turístico con destino a España, si bien en 2011, la nueva inestabilidad en el norte de África volvió a dinamizar la demanda hacia España desde la perspectiva de la afluencia de visitantes; pero con precios de alojamiento y reservas similares a los del 2010, lo que implicaba una fuerte rebaja sobre años anteriores, llevando a que tanto ingresos como días de estancia distaran de ser los óptimos para el adecuado funcionamiento del sector. Las crisis sociopolíticas y militares en el este Mediterráneo, y en particular las crisis en Egipto, han sido básicas en la explicación del boom de llegadas de visitantes extranjeros de los últimos años, dando lugar al señalado record de 60,6 millones de visitantes extranjeros en 2013.

Los participantes en el Foro destacaron las expectativas potenciales asociadas a que más de 3.000 millones de personas de los países emergentes (Brasil, Rusia, India, China,…) presentan unas clases medias crecientes, de alto poder adquisitivo y con ganas de viajar, así como que las generaciones jubiladas de los países desarrollados, con salud, poder adquisitivo y ganas de viajar, constituyen un mercado potencial de alta incidencia en el desarrollo del sector, si se les sabe atraer hacia España. Estos hechos ya están cambiando la estructura de la demanda (China es el país más emisor de viajeros en 2013) con, por ejemplo, una creciente importancia de los visitantes rusos a este país (1,2 millones de visitantes en 2013). Atraer a esta demanda potencial implica adaptar la oferta a sus preferencias y hábitos de comportamiento, fundamentalmente en aquellos casos en que los mismos difieren de la demanda tradicional (turistas rusos, indios, brasileños o chinos principalmente) y también implica nuevas inversiones en oferta turística en un marco en el que pese a la caída de la demanda total se ha pasado de 14.268 hoteles y 1.298.846 plazas hoteleras, en 2007, a 14.971 hoteles 1.430.125 plazas hoteleras, en 2013, con una caída del grado de ocupación desde el 56,2% de 2007, al 52,3% de 2013.

La excesiva incidencia en el incremento de la cantidad de visitantes contrasta con el diagnóstico tradicional en el sector de que había que abogar más por la calidad y por el valor añadido asociado a cada visita extranjera que por la cantidad. Así, en el 7º Foro han disminuido las referencias a que no tiene sentido el objetivo de más turistas a cualquier precio, cuando el saldo marginal de un nuevo turista, en determinadas áreas y tipologías, viene dando lugar, desde hace ya varias décadas, a un balance neto negativo para el país. Si el aumento del número de turistas se produce reduciendo precios y servicios, los resultados serán cada vez más insatisfactorios; y sólo si la política turística es capaz de responder a la generación de nuevos sectores de demanda ambientalmente sostenibles e integrados en nuestra cultura y capacidad de innovación, el turismo podrá tener un futuro halagüeño. Pero para ello los expertos siempre han señalado que se necesita un sector capaz de impulsar la regeneración y recreación urbanística y paisajística de ámbitos maduros y obsoletos para las necesidades de una demanda que interese a los objetivos del país (que es muy distinta a la del turismo de masas iniciada por los “tour operators” en la década de los setenta) y recuperar el atractivo de los recursos ambientales y del paisaje que fueron el núcleo central de la demanda turística de España.

Nadie duda de la necesaria reconversión de los destinos maduros (áreas turísticas degradadas), de la necesidad de frenar el empeoramiento de su sostenibilidad ambiental y de lograr elevados estándares de calidad en el sector por la adecuación de sus recursos humanos y naturales. El problema radica en establecer la viabilidad de promover esos cambios en una situación de práctica desaparición de recursos públicos para la inversión, por la política de consolidación fiscal y ajustes asumida como única política de gobierno por el partido popular. Y más cuando la degradación ambiental y las políticas de corrección del deterioro de las condiciones del empleo han desaparecido prácticamente de las políticas públicas de los gobiernos populares.

El necesario equilibrio en el balance productivista-ambientalista es de esperar que siga decantándose, también en 2014, a favor del productivismo y de sus riesgos para España a largo plazo.Previsión pesimista que sobrevuela sobre las nuevas medidas previstas en materias como las del agua, biodiversidad y paisaje, elementos fundamentales del patrimonio territorial español, sobre los que el riesgo de cambios en las políticas, o en las propias normativas, con retroceso para la sostenibilidad ambiental del desarrollo, han sido en las medidas ya adoptadas, y son en las medidas previstas, muy elevados.

Pero no era el tema ambiental el dominante en el 7º Foro y rara vez fue citada la problemática de la sostenibilidad ambiental o los riesgos asociados al cambio climático y al calentamiento global en sus sesiones. La preocupación de Gobiernos y empresarios turísticos presentes en el foro se centraban en lograr una mayor prioridad, y en trabajar de forma más transversal, a favor del turismo, para aprovechar con mayor intensidad su capacidad de ejercer de locomotora del crecimiento (que no del desarrollo). Se alabó que el Ministerio de Hacienda haya establecido la necesidad de que en la memoria económica de todos los proyectos normativos y no normativos del Gobierno se incluya una evaluación del impacto de los mismos sobre el sector turístico. Y se siguen pidiendo ventajas comparativas para la generación de beneficios empresariales en el sector, y para la mejora de la “competitividad” internacional por la vía de reducción de los precios, tanto con la demanda de volver al IVA superreducido de que disponía el sector, como con la demanda de nuevas líneas de financiación, que permitan afrontar la inversión “tanto en la renovación de la oferta y su reposicionamiento, como en el deseado proceso de internacionalización para diversificar mercados”; y ello en un marco en el que el crédito a las empresas no va a ser de fácil materialización a lo largo de 2014, dada la situación y retos a afrontar en este año por el sector financiero español.

Otra línea destacada para potenciar ese “crecimiento” venía asociada a la demanda empresarial de que prosiga la reducción de “trabas” territoriales, urbanísticas, ambientales o administrativas e impositivas a la actividad turística, homogenizando la legislación autonómica que afecta al sector turístico, en línea con las medidas adoptadas por la Comunidad balear, que ha “adaptado” los instrumentos urbanísticos y legales para favorecer la puesta en marcha de “inversiones estratégicas de interés autonómico” en el sector, agilizando su tramitación administrativa. Y se sigue incidiendo, al igual que en Foros y reuniones anteriores, en la necesidad de agilizar o eliminar “visados”, o de establecer modelos de colaboración y cogestión turística público-privada. Se produjo la novedad del anuncio, por parte de la alcaldesa de Madrid, de la puesta en marcha, antes del verano, de una entidad específica y autónoma público-privada para priorizar y dinamizar la actividad turística de Madrid, con el objetivo de afrontar uno de los mayores desastres de su gestión pública, como ha sido el fuertísimo deterioro de la capital española y la brutal caída de visitantes extranjeros, frente al éxito indiscutible de otras ciudades españolas en este capítulo, empezando por la propia Barcelona.

También es tradicional y reiterativa en estos Foros la demanda de una mayor integración de los intereses turísticos en las diversas políticas de infraestructuras y transporte, con especial consideración de la intermodalidad y de la conectividad de los principales centros de demanda turística. En particular, es reiterativa la referencia a minorar los costes del transporte, impulsando sistemas de gestión más eficientes y, en particular, reduciendo las tasas aéreas.

Como hemos reiterado en otras ocasiones, las administraciones públicas y los empresarios del sector están olvidando que es en la aplicación de soluciones ligadas a la sostenibilidad económica y ambiental a largo plazo, promoviendo cambios estructurales que incentiven la interrelación turística con las economías verde y del conocimiento, la movilidad social, la regeneración urbana con la mejora de la eficiencia energética y ambiental de edificios y ciudades, el transporte sostenible y el desarrollo endógeno, siguiendo las buenas prácticas presentes en los países del norte de Europa, el camino que podría significar una alternativa eficaz para el avance de la aportación de un sector tan ligado a la generación de fuertes efectos externos negativos (desplazamientos necesarios con elevado consumo de energías fósiles y su impacto en el calentamiento global, mantenimiento de infraestructuras, edificios y servicios con utilización muy por debajo de su capacidad por el carácter temporal de la demanda turística, etc.) en la consecución de los objetivos de un verdadero desarrollo. La sostenibilidad ambiental, el cambio climático o políticas turísticas que tengan en cuenta el avanzar en estos aspectos en su definición, han pasado a un absoluto segundo lugar en las prioridades de actuaciones actuales, presididas por un desarrollismo neoliberal de graves riesgos para los intereses generales de este país. Porque potencian los riesgos de la reutilización del urbanismo y de la construcción para continuar con la expansión de la insostenible ciudad dispersa, y con el agravamiento del deterioro del patrimonio territorial, por incentivar el aprovechamiento, en una situación de crisis, de los espacios de más valor y atractivo para la urbanización y el crecimiento turístico.

¿No aprenderemos nunca a frenar este tipo de políticas, cuyas consecuencias son bien visibles en nuestras islas y en gran parte de nuestro litoral mediterráneo? ¿Es que sólo una sucesión de catástrofes cada vez más frecuentes, para evitar que se olviden sus efectos, o la contestación social violenta de aquellos a los que se ha llevado a que no tengan nada que perder, van a ser los únicos mecanismos que nos hagan entrar en la vía de la racionalidad? Las elecciones europeas de mayo serán un primer paso para ver el camino por el que opta la mayoría de la población y si los científicos, intelectuales y técnicos somos capaces de trasmitir de una forma creíble la magnitud y efectos de los riesgos a los que nos enfrentamos, cada vez en un plazo menor, como consecuencia de la sinrazón de las políticas que se están priorizando.