El Siglo XXI marcara un antes y después en la toma de decisiones globales, hoy nuestro planeta sufre día tras día ataques virulentos del propio ser humano que, a modo de plaga de langostas, destruye bosques y especies, contamina mares y ríos llevando poco a poco a la tierra hacía un cataclismo medioambiental.

De esta forma, elementos tan imprescindibles como el agua están llamados en este ámbito global a ser el nuevo “oro líquido” que determinará la riqueza de unas regiones frente a otras.

Así, ya hoy el acceso al agua de calidad marca diferencias entre pobres y ricos, haciendo crecer en torno a la misma un negocio de grandes dimensiones económicas del que unos pocos se benefician. Actualmente, se calcula que en torno a 1.100 millones de personas, el 18% de la población mundial carecen de acceso a fuentes seguras de agua y más de 2.400 millones de personas carecen de saneamiento adecuado. En los países en vías de desarrollo más de 2.200 millones de personas, el 26 % de la población mundial –la mayoría niños– mueren cada año por enfermedades vinculadas a la falta de acceso al agua potable, insalubridad y saneamiento inadecuado. Y mientras esto pasa en una parte del mundo, aquí, en el llamado “primer mundo”, abrimos los grifos de nuestra ignominia dejando que el agua se desperdicie como un bien abundante.

La falta de agua en gran parte de los países del “Denominado tercer mundo y en vías de desarrollo” tiene su origen en un tridente de causas: Por un lado, el cambio climático, dicho fenómeno origina que cada vez se produzcan más sequías prolongadas y lluvias torrenciales incontroladas; por otro lado, la falta de inversiones en sistemas de agua y la falta de mantenimiento de las existentes constituyen las tres causas más comunes de escasez de agua. Si bien cabe señalar en este punto que en muchos lugares del planeta el agua se encuentra subsidiada mediante sistemas de distribución a los que pueden conectarse aquellos que tienen capacidad económica para contratar el servicio, así, para aquellas personas que ostentan una buena situación económica el acceso al agua de calidad no representa ningún problema. Frente a esta realidad, nos encontramos con la de la mayoría, con la de la gente humilde que muere cada día por no tener acceso al oro líquido, no teniendo más remedio que recurrir a fuentes inseguras o especuladores del agua que la venden de estraperlo.

El uso del agua de manera responsable y la defensa del mismo como un bien que debe de estar al alcance de todo ser humano son desafíos a los que el ser humano debe responder de manera rápida. Hoy, en un mundo en constante cambio, la lucha en contra del cambio climático debe de ir unida de manera irremediable al uso racional del líquido elemento.

En la actualidad, la mayor parte del agua dulce, aproximadamente el 70 por ciento del líquido disponible mundialmente se utiliza en la agricultura. Sin embargo, la mayoría de los sistemas de irrigación son ineficientes, ya que se calcula que se pierden alrededor del 60 por ciento del agua por la evaporación o reflujo a los ríos y mantos acuíferos. Además, esta irrigación ineficiente no sólo lleva aparejada una pérdida de agua, sino que también provoca riesgos de tipo ambiental, como la pérdida de la tierra agrícola productiva como consecuencia de la saturación, problema que es extremadamente grave en algunas regiones como Asia. Además el agua estancada es el principal causante de la transmisión de la malaria, que año tras año acaba con la vida de miles de personas en nuestro planeta.

El hombre es un lobo para el hombre, como diría Hobbes, y de esta forma nos afanamos en un consumo de agua atroz e irracional que lleva aparejado impactos dramáticos para el medio ambiente. Casos como los que están ocurriendo en distintas áreas de los EEUU, China y la India, en donde se esta consumiendo el agua subterránea con más rapidez de la que la misma se repone haciendo disminuir de esta forma los niveles hidrostáticos alarmantemente, ponen de relieve el grave impacto al que el ser humano esta sometiendo al medioambiente. Ríos antaño caudalosos, tales como el Río Colorado en el oeste de los Estados Unidos y el Río Amarillo en China, con frecuencia se secan antes de llegar al mar poniendo de manifiesto que la falta de respeto al medio ambiente parecen abocar a nuestra especie a su autodestrucción.

Por todo ello, la defensa del uso racional del agua y la socialización de este bien para que todo ser humano pueda disfrutar del mismo deben ser elementos a poner en práctica por los gobiernos. El agua no es patrimonio de un país o una empresa, el agua es patrimonio de la humanidad.