Pero de espejismos no comen los españoles.

La última Encuesta de Población Activa muestra de nuevo unos datos desgarradores: España sigue destruyendo empleo; la ocupación retrocede en 184.600 personas en el trimestre; se cuenta con la cifra más baja de ocupados desde 2002 (16.950.000); la población activa cayó en el último año en 424.500 personas; y existen 736.900 hogares que no disponen de ningún tipo de ingresos.

Todo el mundo ve que estos datos son un revés y una mala noticia. Menos el Gobierno, que sigue diciendo que “la recuperación va sobre ruedas”. ¿Realmente lo cree así? ¿Es una simple argucia? Lo que no es aceptable, ni ética ni políticamente, es que se pudiera producir una recuperación a costa de una mayoría de perjudicados.

Durante esta crisis, el ecosistema laboral y social ha cambiado. La emigración, cada vez mayor, de jóvenes españoles (y ya no tan jóvenes) al extranjero; el paro juvenil alcanza el 55%; la pérdida de esperanza laboral para los mayores de 50 años; la caída de empleo estable; la temporalidad de empleos precarios; la falta de garantías laborales; sueldos cada vez más bajos por jornadas más largas sin remuneración de horas extras; la pérdida de derechos y protecciones; la angustia vital de no tener trabajo; la sensación de inutilidad y fracaso.

Ese cambio de relaciones laborales está provocando unas consecuencias sociales realmente duras. Después de seis años de hundimiento laboral, y sin ver todavía el final del túnel, cada vez más hogares de españoles tienen a todos sus miembros en el paro, sin ingresos ni ayudas, en una situación desesperada, y en el límite de traspasar la frontera que ubica a las personas en una nueva clase social: la infraclase.

Lo más desesperante es que, durante estos años de crisis, no vemos que se propongan medidas ni soluciones a medio plazo para que España encuentre nuevas vías de empleo, nuevas formas de industrialización, o apuestas por el conocimiento y la ciencia. No se prevé que exista creación de empleo ni a corto ni a medio plazo.

Pero ante estos datos demoledores, Rajoy, quien casi siempre permanece desaparecido y en silencio, sale en esta ocasión eufórico y optimista para decir que “estoy muy contento, creo que las cosas van bien y van a ir mejor”. ¿Para quién?

Al día siguiente de publicarse los datos de la EPA, aparece una nueva información económica que indica que la economía española crece un 0,4% en el primer trimestre del 2014. Es decir, destruimos empleo pero crecemos.

¿Significa eso que España podría ir bien económicamente a costa de aniquilar a millones de trabajadores? ¿Se puede crecer destruyendo empleo? ¿Cuál es el futuro económico y laboral que le espera a los españoles?

No sólo parece que no podamos acabar con el lastre del desempleo en nuestro país, sino que éste vaya a convertirse en parte del ADN de nuestra economía.

Quizás España comience a ir bien, aunque para ello deba renunciar a que sus ciudadanos puedan vivir en su país.