Los platos rotos los pagó el PSOE con un castigo electoral muy duro. Y lo aprovechó el PP, subiéndose a la ola y dejando que otros hicieran la protesta, mientras que ellos sólo tenían que “hacer el muertito” en la tempestad (como bien decía Felipe González) hasta llegar a la orilla de la Moncloa. El PSOE pagó la derrota como 19 gobiernos más de toda Europa: como bien dicen los analistas, la crisis se está llevando por delante a todos los gobiernos sean del color que sean, da igual conservadores que progresistas. Pero no es exactamente así: la crisis está poniendo en cuestión la política conservadora de Alemania y de Merkel, las políticas estrictas de austeridad y recortes, la deshumanización de una crisis económica cuya salida está sobre las espaldas de los ciudadanos, unas medidas europeas que son claramente injustas y desmedidas, unos recortes que no se aplican a todos por igual.

Llevamos ya cuatro años de crisis y Europa no sabe hacia dónde va. Merkel está haciendo una cruzada conservadora que está asfixiando naciones, maltratando ciudadanos, creando desigualdad social e injusticia democrática, aniquilando gobiernos, hundiendo a la Política, y …, ¿para qué está sirviendo?

Un año después del aniversario del 15-M estamos muchísimo peor: sigue el miedo, con brotes de pánico, España entra nuevamente en recesión, la prima de riesgo ha crecido con el PP de forma espectacular (de 311 puntos el 20 de diciembre del 2011 a pasar la frontera temible de los 500 esta misma semana), nuestro sistema financiero se hunde, se mencionan términos como “el corralito” o “la intervención”. Y Europa se desangra delante de nuestros ojos, viendo cómo los extremismos políticos crecen y cómo estamos a punto de perder a Grecia en el naufragio.

Lo peor es que los gobernantes no saben explicarnos qué pasa, cómo se cura esta enfermedad y cómo saldremos de ella. Llevamos cuatro años dando palos de ciego, cumpliendo a rajatabla los mandatos de Merkel, para que ahora se abra una luz de esperanza con Hollande y Francia solamente está diciendo “hemos de cambiar de rumbo y apostar por el crecimiento”.

Pero el sentimiento de los ciudadanos, además de indignación, es de desolación. ¿A quién creer y qué creer?. Lo realmente lamentable es que los políticos y la Política no han cambiado en esta crisis. Los mismos políticos que crearon la burbuja inmobiliaria, que han llevado al desastre el sistema financiero, que han abierto aeropuertos y eventos carísimos de despilfarro inútil, que han permitido y encubierto la corrupción, los mismos políticos que nos hicieron soñar que vivíamos en el país de las maravillas, son ahora los que gestionan la salida de la crisis, los que nos dicen que “sólo se puede gastar el dinero que se tiene”, “que hay que ser austeros y recortar” y que cierran servicios e infraestructuras porque no pueden mantener aquel derroche que ellos crearon.

Son los mismos que pretenden culpabilizar a los ciudadanos de que son responsables de haber soñado por encima de sus posibilidades, de haber creído en los bancos y en sus estafas, de haber hecho seguidismo electoral de una política indecente y engañosa. Son los mismos que no pretenden asumir ninguna responsabilidad.

Y ése es el verdadero problema de decepción y desconfianza de los ciudadanos: que no se puede creer en los mismos que son capaces de decir una cosa y la contraria sin razonamiento ni explicación, sino simplemente por ocupar un puesto en el Gobierno o en la oposición.

En el aniversario del 15-M, lo que hay que comprobar no es si el movimiento sigue circulando, sino cuál es el grado de indignación y decepción de los ciudadanos, cuánta injusticia y desigualdad se está generando, y qué riesgos corremos si se sigue generando pánico y alimentando los extremismos demagógicos y políticos.

La historia europea del siglo pasado nos dio varios ejemplos dramáticos que deberían servirnos hoy como alerta y aviso de qué líneas rojas no deberíamos pisar. Y ésa es una responsabilidad directa de políticos que hoy son incompetentes e ineficaces.