El recetario del error puede sistematizarse en cinco medidas, todas propias del programa máximo conservador y todas absolutamente contraproducentes ante el objetivo de reactivar la economía y crear empleo.
1. Establecen por ley la obligación del déficit cero para las Administraciones Públicas, cuando lo que necesita nuestra economía para superar la recesión son programas de estímulo público. Prescriben dieta de adelgazamiento a un anémico.
2. Están parando la economía, eliminando los incentivos para la inversión en energías renovables, recortando drásticamente la inversión productiva en infraestructuras, y paralizando el nicho de empleo que constituye la aplicación de la Ley de la Dependencia.
3. Facilitan el despido, cuando lo que necesitamos es facilitar la contratación de nuevos trabajadores.
4. Reducen la renta disponible de las familias, congelando el salario mínimo, eliminando la renta básica de emancipación, y elevando los impuestos de la renta y de bienes inmuebles, con especial afección a las clases medias.
5. Fomentan de nuevo la economía especulativa del ladrillo, reintroduciendo las desgravaciones fiscales sin límite para la adquisición de vivienda y modificando la Ley de Costas bajo la vieja clave del “todo urbanizable”.
El reproche más importante que merecen estas medidas no tiene que ver con su naturaleza conservadora. Lo más grave de estas decisiones es que nos conducen sin remisión a un escenario de decrecimiento económico y más desempleo.
El drama, por tanto, no reside en la controversia política, sino en la seguridad que tenemos muchos de que este camino nos lleva directamente a los seis millones de parados. Y no sabemos cuánto paro más puede resistir la sociedad española sin provocar un estallido social de consecuencias imprevisibles.
La izquierda ha pasado felizmente de una actitud meramente defensiva al planteamiento valiente de una alternativa propia para salir de la crisis. Paradójicamente, durante los primeros años de dificultad económica, los dirigentes más progresistas se plegaron a los dictados de los supuestos expertos que impulsaron la misma clase de medidas que originaron el problema.
El fracaso palpable de esa estrategia está llevando a los Hollande, Gabriel, Milliband y compañía a enarbolar un discurso nuevo y distinto, fundamentado claramente en los principios socialdemócratas clásicos. El líder de los socialistas españoles, Rubalcaba, estuvo ahí desde el primer momento. Flexibilización en los objetivos de déficit. Estímulos públicos para el crecimiento. Fiscalidad progresiva y tasa Tobin. Gobierno económico común para Europa. Refuerzo de las políticas sociales. Defensa de los derechos de los trabajadores.
Las mejores esperanzas de los socialdemócratas europeos y, especialmente, de los millones de europeos que sufren desempleo y pérdida de bienestar, están depositadas en la habilidad de los partidos socialistas del continente para articular una alternativa progresista y para aplicarla con éxito desde los gobiernos.