Hay quienes opinan que una vez que, con buen criterio, el PSOE ha invitado a Mariano Rajoy a que se marche, la posibilidad de un acuerdo como este se hace imposible, sencillamente porque la relación entre ambas fuerzas políticas están hoy prácticamente rotas. Pero más allá de eso; más allá de la dramática constatación de que la corrupción, como la metástasis de un cáncer de cuarto grado, está devorándolo todo, lo cierto es que sólo un profundo giro de la política del Gobierno haría verosímil que accediera a recomponer el diálogo político y social que se le demanda y a aceptar propuestas que enmendaran varios de los desaguisados que lleva hechos. Porque la cuestión no es coincidir en que el paro es un problema gravísimo. Faltaría más. La cuestión es estar de acuerdo en que debe constituir el objetivo prioritario de la acción de gobierno y que, por tanto, a ese objetivo prioritario se subordinan todos los demás. Y a estas alturas no parece necesario insistir en que para el Gobierno la prioridad no es el empleo sino el déficit. A su vez, otro eje de su política económica gira en torno al empequeñecimiento del papel del Estado y de lo público y a buscar la competitividad de las empresas a través de la llamada devaluación interna, esto es, por la vía de la disminución más drástica posible de los costes salariales y por incrementar brutalmente el poder de disposición de los empleadores sobre sus empleados. Aunque las propuestas del PSOE para el corto plazo son bastante moderadas no encajan con esta orientación. Quizás no sólo porque su contenido concreto no le resultara asumible al Gobierno sino porque, políticamente, de estar en condiciones de aplicarlas no tendría demasiado interés en compartirlas. Todo ello sin contar con que el PSOE no es pensable que cometiera el error de negociar un pacto de esta naturaleza sin la presencia de otros interlocutores, entre ellos los sindicatos que, obviamente, tendrían cosas que decir. Por ejemplo, si en el propio documento elaborado por el PSOE cara a tal pacto se denuncia que la reforma laboral ha resultado multiplicadora del desempleo, el contenido de un acuerdo tendría que incorporar las correspondientes correcciones. A todo lo dicho habría que añadir la dificultad insalvable que supondría el lógico interés del Gobierno en que, a cambio de esa hipotética aceptación de una serie de sus propuestas, los participantes en la negociación aceptaran de una u otra manera que las barrabasadas que lleva puestas en práctica son incuestionables.
En fin, que el pacto que comentamos no resulte verosímil no invalida la conveniencia de haberlo planteado y la necesidad de definir propuestas concretas para la lucha contra el paro. Incluyendo en su difusión que si tales propuestas no prosperan no es porque resulten utópicas o poco realistas sino porque los intereses que defiende el Gobierno nada tienen que ver con los intereses de los trabajadores y sus familias. Por eso habrá que seguir peleando contra su política.